He aquí lo no programado. Lo humilde, lo artesano, lo desprejuiciado, lo crítico, lo juguetón, lo saltarín. Contemplad aquella cultura que empezó sin cobrar entrada. Exponed vuestros cuerpos, mentes, historias y sueños a las infinitas formas culturales crecidas en las calles, en las catacumbas y en las habitaciones. ¿Quién ha dicho que no podáis ser parte de todo esto? Sin camerino también se inventa. Sin cánones también se crea. De hecho, sin cánones es como se imagina. Esperamos de todos modos que lo que sigue os haga sentir que vivís en un universo un poco más amplio.

martes, 24 de julio de 2007

¿Acaso las tribus urbanas no son un intento de gregarizar lo ingregarizable? (y que me perdone quien sea alérgico a la invención de palabras).

Resulta que tenemos en un principio a unos individuos que dentro o fuera de una subcultura se manifiestan como personas libres y autónomas, sin perjuicio de sus posibilidades de asociación cooperativa, y cuando nos queremos dar cuenta los vemos transformados en punks, mods, rockers (muy populares en Sevilla a finales de los 80), jevis (o heavies), jipis (o hippies), frikis (o freakies, aunque en inglés del de verdad se dice geek), roleros, clubbers, ravers, B-boys, otakus, góticos (partidarios de Bauhaus, de The Cure, de Nine Inch Nails o incluso de Chimo Bayo, y no es broma), indies de diversos tipos, seguidores del viejo metal, del nuevo metal, del metal gótico, del trash metal, del metal alemán y hasta de los Guns´n´Roses. A veces, el proceso simultáneo de subdivisión y etiquetado llega a extremos tan enloquecidos que presenciamos con estupor la aparición de grupos que en principio parecen una contradicción en sí mismos: así, nos damos de bruces con los punks nazis, o con los rockeros cristianos de Estados Unidos, tendencias nacidas de contextos en que el punk y el rock and roll no representan exactamente lo mismo que aquí.
Pero, ¿a qué viene esta frenética necesidad de clasificación? Cuando un grupo saque un disco, ¿tendrá que llevar nombre en latín, como las plantas? Porque así la contracultura se asemeja más al reino vegetal que a otra cosa, la verdad...

A esta plétora de grupos subculturales brotados de forma con frecuencia nada espontánea se le suele llamar en español "tribus urbanas"; no deja de ser curioso que la lengua inglesa carezca de una expresión similar. Y es que no parece que estas dos palabras se hayan escogido de manera inocente; el vocablo "tribu" connota una lealtad perruna al grupo, erigido en sustituto de la humanidad en su conjunto y en pantalla a través de la cual se filtra el contacto con agentes exógenos, si es que dicho contacto existe. En ese sentido, se les estaría acusando de formar sus propias sociedades cerradas. ¿Es eso así? Aunque hay personas que se etiquetan a sí mismas con un énfasis que va mucho más allá de la necesidad de definirse, por lo general las tribus urbanas son clasificadas desde fuera, usando a veces criterios más relacionados con la maximización de las ventas de periódicos que con cualquier otra consideración, así como con lugares comunes que a fuerza de repetirse se acaban imponiendo. Por supuesto, en opinión de estos simplificadores con altavoz las tribus urbanas se caracterizan sobre todo por su forma de vestir, y no por su forma de pensar; la misma forma de vestir es presentada ora de modo folklórico y caricaturesco, ora pasada por el tamiz de las últimas tendencias de la moda milanesa y vendida a un precio que puede hacer estallar cerebros sólo con verlo en la etiqueta. Y es que la indumentaria es más fácil de vender que la ideología, y tiene más futuro en el mercado publicitario; una imagen vale más que mil palabras, una imagen crea más valor para el accionista que mil palabras. Por si esto fuera poco, el producto-tribu urbana es presentado con mentalidad de parque temático: la verdadera escena ha de ser emplazada forzosamente en Estados Unidos o el Reino Unido, a nivel mundial, y en Madrid o Barcelona, a nivel peninsular, salvo cuando se trate de movimientos enraizados en tradiciones locales, que en ese caso han de circunscribirse al lugar de su nacimiento y ser retratados como propios de aborígenes que aún creen en el trueno como dios vengador. Sólo teniendo esto en cuenta se pueden entender siguientes fenómenos en apariencia paranormales:

ADVERTENCIA: Lo que sigue es extremadamente opinable (lo que antecede también; lo que sigue, sin embargo, es más opinable). No se soliviante nadie por atribuirnos intención de poner a caer de un jumento sus gustos musicales; en verdad yerra quien tal cosa estime, pues a partir de ahora vamos a hablar de creación de modas y tendencias, así como de estrategias para agrupar a un público que quizá de otro modo quedaría disperso.

1. ¿Quién define el punk? En posteriores artículos se tratará esta forma de contracultura tan interesante; aquí nos limitaremos a hacer constar nuestro asombro ante los intentos de delimitar el punk perpetrados por algunos avispados críticos musicales y sociólogos que hacen el trabajo de campo en el despacho. Por algún motivo, The Clash es un grupo generalmente considerado punk; por algún otro motivo un poco más arcano, Rage Against the Machine, grupo intercambiable con los anteriores respecto a la ideología y el contenido verbal pero con un sonido que se suele asociar a la década de los noventa, no tienen NADA que ver con el punk. La razón de todo esto la empezamos a barruntar cuando comprobamos que punk parece ser todo aquel individuo no encuadrable en otro movimiento que se atreva a pisar las calles luciendo un peinado aunque sea ligeramente reminiscente del exhibido por los sujetos que posaban para las fotos interiores de la casete recopilatoria "Punk en Miranda de Ebro, 1983-85", si es que tales fotos existían, que en aquel entonces, sin cámaras digitales ni Bluetooth ni leches, revelar una instantánea debía de costar ambos órganos renales.

2. En los últimos tiempos, el reggae se ha convertido en la música obligatoria de la cultura punk, más aún que los propios sonidos punkis de toda la vida. Otrora, escuchar música jamaicana era una más entre las opciones complementarias con que alguien que se autodefiniera como punk podía llenar su tiempo; hoy día, en cambio, es una característica. Aunque no es difícil averiguar que la íntima relación entre la subcultura punk y el underground jamaicano se remonta a la confluencia de ambos movimientos en el Reino Unido allá por los tiempos en que aquí triunfaba Camilo Sesto (y eso es algo que hay que reconocerle a la subcultura punk, que nació como antirracista en un panorama de comunidades separadas en función de la procedencia de sus miembros), no deja de tener su aquel que los punks más connotados como tales sólo tengan oídos para un estilo de "música combativa nacida en el Tercer Mundo"; el resto de los sonidos de origen extraprimermundista se asocian normalmente con los hippies, en un primer momento aborrecidos por los punks bajo la acusación de ser en el fondo unos pijos. ¿Que todo esto tiene bastante poca lógica? Sí, a mí también me lo parece. ¿Que la gente en general y los punks en particular son más inteligentes que todo eso? Bueno, depende de cada caso, pero yo creo que sí. ¿Que si todo el mundo está de acuerdo en que el punk nació en Jamaica para qué me voy a meter en camisa de once varas diciendo que no veo yo dónde está la conexión? Pues seguramente ése el pensamiento que explica todo este galimatías, y es una pena, porque la subcultura punk siempre se ha caracterizado por su furioso antigregarismo.

3. Harto curiosa es también la relación de los rastafaris con el emperador Haile Selassie de Etiopía, considerado Dios en la Tierra sólo por ser el único gobernante africano que mantenía el poder en la época del colonialismo explícito. Una visión más prosaica del personaje conllevaría el reconocimiento de que al parecer no supo o no pudo llevar a cabo las reformas que Etiopía necesitaba, ni se enemistó demasiado con lo que los rastafaris llaman "Babylon", ni tampoco hizo nada para detener las hambrunas de 1973; todo eso, sin embargo, no tiene nada que ver con una isla del Caribe.

4. Lo que en el extranjero llaman "world music" y aquí llamamos "música étnica" es un fenómeno para estudiarlo detenidamente en cuanto saco sin fondo donde yuxtaponer con pocos escrúpulos sonidos cuya única ligazón puede ser la de no proceder de Estados Unidos, Europa Occidental o Japón, o inspirarse en algún estilo musical no académico de aparición anterior a 1960. Un famoso grupo alemán de tecno primigenio lo puso de manifiesto en unas memorables declaraciones en las que sostenían que lo que ellos manufacturaban era música étnica de la cuenca del Ruhr, o algo así; por una vez tenían razón, pues los habitantes de Renania del Norte-Westfalia tienen el mismo derecho que los brasileños o los costarricenses a poner música a su paisaje cotidiano como crean conveniente. De hecho, con el tiempo ha acabado apareciendo un tipo de sonido que ha sido adjetivado como industrial, utilizado con frecuencia para retratar la angustia provocada por la implacable asepsia de la sociedad del espectáculo; gracias a esto se ha conseguido por fin llenar el hueco que habían dejado los letristas de mambo y bossa nova al no introducir estos temas en sus canciones con demasiada frecuencia.

5. Por supuesto, si un grupo turco o peruano toca música rock, no será rock: será música "étnica", o música "étnica" con ciertas influencias del rock, o rock con ciertas influencias "étnicas", y el tratamiento mercadotécnico que reciban no será el mismo que si fuesen originarios de Amsterdam. Igual resulta que los músicos en cuestión aborrecen el folklore de su lugar de origen, algo que es habitual en ciertas condiciones de saturación y/o limitación de alternativas disponibles; ese detalle le interesará a muy poca gente. Curiosamente, nadie piensa que todo grupo procedente de Glasgow haya sido influido por los sonidos de la gaita escocesa aunque no lo quiera admitir; tras este tipo de detalles encontramos la mentalidad neocolonial (o colonial a secas) de quien considera "indígenas" a los nacidos en países que están por debajo del suyo en renta per cápita. Hay que estar siempre vigilantes; el fascismo se esconde por doquier...

5. La invención de la etiqueta "indie" y del "rock alternativo". Habla por sí misma la idea de unir bajo el mismo concepto a Nirvana y a Fangoria, o a Radiohead y los Beach Boys, o a Tortoise y el llamado tontipop (sí, hay quien dice que estas combinaciones de grupos y estilos tienen el mismo público). Algún eximio estratega de márketing decidió un día crear una tribu urbana que le sirviese para vender en pack dos por uno músicas por lo demás tan incompatibles entre sí como las serpientes de cascabel y las nieves perpetuas, y pensó que así el mundo sería más feliz. Y es cierto, el mundo es más feliz, en el sentido de Aldous Huxley. Y el que esto suscribe, ay, se pierde todos los días sublimes obras de arte, de ésas que llevan dentro las preguntas que uno no se ha hecho nunca, por haberle sido presentadas junto a naderías de pensamiento débil por carencia total del mismo, cometidas por niños de papá a quienes uno se imagina yendo en descapotable a la playa para allí susurrar lánguidamente durante horas; son esos ambientes donde el tonto no es tonto, sino que es naif.

6. Frank T, conocido participante en la escena hip-hop española, se refería al grupo Accidents Polipoètics, pioneros de la polipoesía (y tan pioneros, como que prácticamente la inventaron ellos; ampliaremos detalles de estos singulares conceptos en entradas posteriores), en los siguientes términos: "Son los mejores, mis ídolos, creo que algún día haré lo mismo que hacen ellos, es total; sus frases son dignas del mejor MC, por eso utilicé y seguiré utilizando frases de ellos (con su permiso claro).". Es dudoso que buena parte del público de dicha escena se adhiera a estas palabras, pues los Accidents Polipoètics son señores de mediana edad que salen al escenario vestidos de señores de mediana edad, con barba y gafas y atriles donde colocar sus letras, sin sudaderas ni capuchas ni referencias frecuentes al hecho de portar el micrófono en el preciso instante en que se actúa. En cambio, dos MCs cuyas formas de pensar y transmitir se parezcan como un huevo a una locomotora diésel serán clasificados bajo el mismo epígrafe por el solo hecho de llamarse a sí mismos MCs.

7. En Estados Unidos, el heavy metal parece nacer del country; no faltan las banderas sureñas, la pertenencia a la Asociación Nacional del Rifle y una adhesión a ideas políticas derechistas que allí son típicas de áreas rurales debido al uso de unas definiciones de progresismo y conservadurismo bastante diferentes a las habitualmente manejadas por estos pagos (en EE UU, la oposición izquierda/derecha parece tener más que ver con la tolerancia, la libertad de costumbres y el laicismo que con la justicia social y la redistribución de la riqueza, conceptos arrancados de la conciencia colectiva local mediante una eficaz amalgama de sutiles métodos de persuasión de masas y nada sutiles métodos de represión de minorías) . En Europa, en cambio, el heavy metal parece encontrarse en un punto medio entre la subcultura hippy y la gótica (más proletaria y menos colorista que la primera, más comunitaria y alegre que la segunda, hablando en términos muy generales y sin despreciar nada); en el lugar donde esto se escribe, este estilo musical ha vivido un desarrollo sociológico muy particular, al derivar del llamado "rock urbano", que en tiempos vehiculó el principal movimiento contracultural de España. Este "rock urbano" era sobre todo música de trabajadores, venida directamente de los barrios que en aquel entonces sufrían la aluminosis y el aceite de colza; aunque la política no estuviese entre sus principales focos de interés, llegada la hora de definirse no cabían dudas: "Me educo con El Papus, no con el ABC", decían los Leño en memorable frase lapidaria. Ahora léase otra vez lo que hemos escrito al principio de este párrafo sobre el heavy metal en Estados Unidos, y determínese si estamos hablando de la misma tribu urbana.

8. El rock progresivo, el dadaísmo, el situacionismo y el teatro del absurdo nunca han generado sus correspondientes tribus urbanas. El jazz probablemente sí, pero en la actualidad brilla por su inexistencia (o quizá no sea lo que se entiende en la actualidad por tribu urbana). En su momento, el krautrock pudo haber originado el nacimiento de alguna tribu urbana fuera de Alemania, pero no lo hizo; hubiera sido bastante estúpido, ya que no era más que una etiqueta que los periodistas musicales anglosajones plantificaron encima de todos los grupos de rock progresivo que llegaban de Alemania Occidental.

9. A todo esto, el palabro "krautrock" se traduce aproximadamente por "rock verdura"; en una iniciativa imbuida sin duda de una gran perspicacia y una total ausencia de prejuicios culturales, ciertos periodistas británicos acuñaron el vocablo a partir del concepto de "sauerkraut" (en español, chucrut), pensando quizá que así disuadían a los alemanes occidentales todos (en aquella época, más de 55 millones) de agarrar las guitarras y los bajos y ponerse a componer tonadillas rockeras. Afortunadamente no lo consiguieron, pero debemos estar advertidos de que luminarias como aquéllas son las mismas a las que luego les es encomendado definir y etiquetar las tribus urbanas.

9. Sin duda, las manifestaciones culturales procedentes de Japón han de despertar gran interés en otras sociedades pecuniariamente desarrolladas, pues su relativo aislamiento geográfico y cultural respecto a otros lugares de economía avanzada ha establecido las condiciones para una reinterpretación de la sociedad occidental muy llamativa para los europeos y estadounidenses, que con frecuencia creen haberse desplazado a otra galaxia cuando pisan ese país tan importante para el mundo del flamenco. Ahora bien, no sabemos si eso es suficiente para explicar el reciente nacimiento de una tribu urbana que se caracteriza por su pasión por todo lo japonés. Repetimos: por su pasión por todo lo japonés. No se rinde culto a algunos aspectos de la cultura japonesa, sino a la totalidad de los mismos, desde el cómic a la gastronomía, desde el calzado al transporte público; los mismos sucesos y hechos culturales son ignorados por esta tribu urbana si ocurren en otros países. Téngase en cuenta que estamos hablando de la fascinación por tierras niponas cuando se experimenta de manera acrítica y en un grado que excede la natural curiosidad derivada de la apertura mental a otras formas de ver la vida.

10. Anteriormente se ha constatado que Japón y Jamaica han generado subculturas fuera de sus fronteras; pero ¿por qué precisamente estos dos países? Suecia o Marruecos o la República Checa o Senegal o Noruega o Bosnia o Canadá o Mauritania o Bélgica o Tanzania, por ejemplo (y podía enumerar más países; existen por lo menos 200), no tienen ninguna posibilidad de generar una subcultura que llegue a llamar la atención de masas de jóvenes sin relación familiar con el país en cuestión. ¿Acaso son culturalmente más pobres que Japón y Jamaica? De ninguna de las maneras. Es sólo que las creaciones en esos lugares pergeñadas son más difíciles de vender en el mundo anglosajón.

Y podría seguir, pero creo que con esto ya es más que suficiente. Habrá quien crea que con los tres primeros puntos ya era más que suficiente, pero una de las razones de ser de este blog es la investigación y la reflexión sobre formas de cultura alternativas a la oficial; a veces la fundamentación puede ser prolija, lo que es grave cuando además es falsa, pero pienso que en todo caso es mejor ser exhaustivo que simplemente depositar las propias opiniones sin molestarse en justificarlas. Por si no ha quedado claro, mi postura sobre el asunto es que el concepto de tribu urbana corresponde más a una construcción social de la realidad que a un examen objetivo de los contextos subculturales; por ello he optado por intentar desnudar mediante contraejemplos las falsedades intrínsecas a tan manipulada noción. Es probable que el origen de todo esto hayamos de buscarlo en simplificaciones periodísticas de trazo grueso del tipo la-juventud-explicada-a-los-mayores-de-sesenta-años y su variante por-qué-usted-señora-debe-agarrar-su-bolso-bien-fuerte-
cuando-vea-un-punki-
por-la-calle-no-se-lo-vayan-a-robar-
por-el-procedimiento-del-tirón, por no hablar del siempre popular esos-jóvenes-que-cada-día-hablan-peor-
y-van-con-muy-malas-pintas-
y-se-reúnen-por-la-noche-en-unos-sitios-muy-raros. Sea como fuere, quedan planteadas estas dos preguntas: en primer lugar, ¿existen realmente las tribus urbanas? En segundo lugar, ¿viene bien que existan? Si es así, ¿a quién? Hala, reflexionen ustedes.

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