He aquí lo no programado. Lo humilde, lo artesano, lo desprejuiciado, lo crítico, lo juguetón, lo saltarín. Contemplad aquella cultura que empezó sin cobrar entrada. Exponed vuestros cuerpos, mentes, historias y sueños a las infinitas formas culturales crecidas en las calles, en las catacumbas y en las habitaciones. ¿Quién ha dicho que no podáis ser parte de todo esto? Sin camerino también se inventa. Sin cánones también se crea. De hecho, sin cánones es como se imagina. Esperamos de todos modos que lo que sigue os haga sentir que vivís en un universo un poco más amplio.

miércoles, 16 de abril de 2008

Merda d´artista (parte I)

Para muchos (espero que no para la mayoría), el artista no se hace. El artista nace. Tras nacer, se convierte en un apellido, o en un seudónimo, después de lo cual produce unos artefactos comúnmente llamados "obras de arte", que a veces son maravillosas y a veces son infumables, existiendo también toda la escala de términos medios.

Entra dentro de lo acostumbrado que esas obras de arte reciban galardones de prestigioso nombre, se puje por ellas en casas de subastas de prestigioso apellido y acaben en salones propiedad de prestigiosos industriales (así se llama ahora a los que producen cafeteras espresso, inversiones de capital riesgo, viviendas vacías o corrupción municipal). Los no-artistas también producen unos artefactos muy similares a las obras de arte, en verdad idénticos excepto en el nombre; no se les llama "obras de arte", y sólo por eso se supone que han de ser distintos, sólo por eso, nada menos que por eso. Radicalmente distintos, como un cactus y una torre de telecomunicaciones, porque en el mundo de los jugadores de ventaja el nombre no es una convención para definir el contenido; el nombre es el contenido mismo. Muchos se refieren entonces a "el Artista" sabiendo perfectamente lo que quieren decir con eso (la mayúscula es mía); alguien señalado por el dedo de Dios, que justifica en último término sus acciones en esa artistez impostada que le ha venido gracias a la posesión de un carisma sobrenatural, inasequible a quien viene a este mundo y se las arregla para avanzar por la vida sin más apellido que el que heredó de sus padres ni más seudónimo que el mote que sus más cercanos enemigos le hayan endosado.

El no-artista, entonces, carente de la posibilidad de hacer el mal utilizando su propio nombre y fama para justificar sus acciones, las fundamenta en vivencias experimentadas, en historias acaecidas, en imágenes que vinieron a sus sentidos, en formas de humor, en ideas de cambio, en necesidades no satisfechas, en propuestas alternativas de organización social...en realidades externas a su ego y que forman parte del ser social del hombre y de la experiencia personal susceptible de ser reinventada por otros individuos o grupos, que no es la experiencia personal de quien vive con un pedestal debajo, aunque sea el de Artista.

Por eso las obras de los no-artistas empiezan desplegándose en no-museos, es decir, en lugares donde la realidad sugiere, susurra, muerde, rasga y es transformada por las propias obras de los no-artistas. Un museo es otra cosa. Desempeña otras funciones. Artistas (con minúscula) seremos todos algún día, y las obras de quienes no tenían apellido ni seudónimo acabarán llenando los museos y causando la necesaria sorpresa.

Entretanto, como podemos leer en esta noticia, un túnel cavado por un Artista en un ecosistema artístico controlado es una Obra de Arte y aparece en las páginas de Cultura de la prensa murciana, y un túnel cavado por un grupo de activistas sociales en un ecosistema político libre es un Zulo y aparece en las páginas de Sucesos de la prensa sevillana. ¿Cuál de los dos túneles será recordado con más cariño?

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jueves, 17 de enero de 2008

¿Un curso acelerado de iniciación a los tiempos modernos?


Todas las épocas fueron consideradas vertiginosas por quienes tuvieron la dicha o el infortunio de vivir en ellas; a falta de otra cosa mejor que hacer, muchos se vieron abocados a habitar la falsa añoranza de un pasado bucólico, no mejor pero sí más campestre, más lento, más aprehensible. No es entonces nueva la desorientación que muchos afirman experimentar en la actualidad ante un presente que parece basarse en apilar noticias sobre noticias, famosos sobre famosos y gritos sobre gritos. Eso es sólo el espectáculo, sin embargo, y a fe mía que es un espectáculo más soporífero que un discurso de ocho horas sobre las consecuencias en el plano jurídico de la reciente prevalencia de los abonos fosfatados sobre los abonos nitrogenados. Si se quiere encontrar una representación dramática que englobe las claves sobre las que se asienta nuestra actual realidad colectiva, hay que desplazarse hacia otros ámbitos. Y es entonces cuando nos damos de bruces con lo acontecido en torno a la experiencia del Centro Social Okupado y Autogestionado Casas Viejas, que el 29 de noviembre de 2007 fue brutalmente desalojado (el adverbio que acompaña a la palabra "desalojado" no se refiere aquí exactamente al proceder de los del monopolio de la violencia legítima, sino al conjunto de actuaciones y circunstancias que rodearon la evicción; qué le vamos a hacer, sigo siendo de los que adjetivan como brutal la preeminencia del derecho de propiedad privada sobre todos los demás derechos).

Si he dejado traslucir mis simpatías en este caso, sin ánimo de aleccionar, es porque es tarea del librepensador razonar sin prejuicios y finalmente adoptar una postura y comprometerse cuando la ocasión lo merezca, sabiendo argumentar sus preferencias; la neutralidad sistemática es en último término un no pensar, una postura predefinida que al cabo resulta ser la que conlleva menos esfuerzo, la que se espera del que sólo aspira a reproducir ad nauseam lo existente abortando cualquier tentativa de avanzar, la que asegura la pervivencia de estructuras anacrónicas construidas sobre el poder y la nostalgia, sobre la nostalgia del poder perdido, sobre la nostalgia del poder erosionado por causa de la actuación de multitud de individuos descoordinados pero remisos a aburrirse. En todo caso, y sin perjuicio de otras consideraciones, no puedo obviar el hecho de que hace dos meses el terreno sobre el que se levantaba el CSOA Casas Viejas era un espacio donde transcurrían actividades culturales, y ahora es un solar destinado a viviendas de lujo. Como aspirante a participar de algún modo en la producción y (auto) gestión de cultura, este detalle me resulta particularmente inquietante. Quienes tengan mayores simpatías por el clan que desde tiempo inmemorial ejerce el señorío en aquella finca urbana podrán puentear esta consideración sobre la cultura y los pisos de lujo esgrimiendo argumentaciones varias que a buen seguro incluirán alguna observación sobre la legalidad y el respeto a las instituciones. Luego plantearé la cuestión de lo que ocurre cuando las leyes se quedan anacrónicas, dejando de ser instrumentos útiles para regular la convivencia en una sociedad y convirtiéndose en arma arrojadiza de los grupos de presión contra quienes no tienen ni arte ni parte en la elaboración de dichos códigos. Por el momento me instalo en la idea de que el poder judicial ha preferido el derecho a abandonar un terreno heredado hasta que es rentable construir pisos de lujo sobre él al derecho a usar un terreno abandonado y desarrollar actividades culturales en él.

Porque el de Casas Viejas es un ejemplo de libro; el delito (ciertamente no tipificado en el Código Penal) de especular con suelo urbanizable se ha cometido aquí con singular desparpajo, pues los últimos vestigios de actividad en el solar de marras mientras estuvo en manos de los Bordas Marrodán (comunidad de bienes) se remontan a 1982. Es mucho remontarse, desde luego; entonces el alcalde de Sevilla era Luis Uruñuela, del extinto Partido Socialista Andaluz, después reconvertido en otro tipo de organización. La isla de la Cartuja estaba vacía, el reloj digital con calculadora era considerado tecnología punta, The Clash y los Bauhaus estaban en activo (y Mariano Ozores también) y la también extinta UCD era el partido gobernante en España. Muchos lectores de este blog no habían nacido o acaban de hacerlo (perdón, algunos lectores de este blog; es quizá quimérico pensar que este blog pueda tener muchos lectores). Ahora, desde aquel remoto punto del espacio-tiempo saltamos hasta el año 2002, poco antes de la cumbre europea y la huelga general de junio. Un poco brusco este salto de dos décadas, pues entretanto ocurrieron en el mundo infinidad de acontecimientos imprevisibles que transformaron por completo la experiencia humana. Sin embargo, ninguno de estos acontecimientos acaeció en el solar de la calle Antonia Sáenz, que siguió ahí, improductivo como en su momento lo estuvieron las tierras retenidas por latifundistas de infausta memoria, y por otra parte lleno de ratas y escombros. A nadie ha de extrañar; el delito (ciertamente no tipificado en el Código Penal) de especular con suelo urbanizable implica el no actuar de ningún modo sobre el terreno objeto de especulación hasta que no llega la hora de forrarse a costa del título de propiedad, desmintiendo de forma rotunda la idea de que el capitalismo premia a los que más trabajan. Y durante muchos años el entorno de Casas Viejas estuvo considerado por las gentes decentes como un barrio no del todo de fiar, en el que las gentes decentes no iban a pagar los millones (de euros) que cuesta un piso de lujo decente para gentes decentes. Cuando hubo operaciones de gentrificación en perspectiva, se creyó llegado el momento, presentóse la preceptiva demanda en el juzgado y un licenciado en Derecho aprobó el uso de las fuerzas del orden para asegurar las prerrogativas que facultan a un grupo de honestos especuladores para construir pisos de lujo donde les venga en gana, si acreditan ser dueños y señores de los terrenos en cuestión. Entonces, el delito (ciertamente no tipificado en el Código Penal) de especular con suelo urbanizable dio un paso importante hacia su consumación, precisamente por no estar tipificado en el Código Penal.

Lo que la cultura ha perdido con la eliminación física de este espacio puede ser calibrado leyendo la enumeración de actividades culturales contenida en este enlace. Puede que muchas no concuerden exactamente con los gustos de los lectores (a mí tampoco me gustan todas, pero de eso se trata); sin embargo, lo cierto es que el solar donde otrora se erigió el CSOA Casas Viejas está condenado a ser por muchos años un espacio culturalmente yermo. Donde antes había algo, ahora no hay nada; no deja de ser inquietante que muchos (o pocos, pero en todo caso poderosos), imbuidos de la muy autoritaria pretensión de que el espectro de lo existente coincida con el de sus gustos personales, sostengan que la ausencia total de cultura es preferible a la supervivencia del tipo de cultura que Casas Viejas albergaba. Desde un punto de vista cultural, es interesante analizar cómo las instituciones se han mostrado hasta ahora remisas a colaborar en la organización del tipo de eventos que acogía Casas Viejas, a pesar de ser obvio que existe una demanda entre un sector de la ciudadanía más o menos nutrido, que no por pobre y/o minoritario y/o izquierdista ha de ver menoscabados sus derechos. Reflexiónese sobre si eso mismo ocurre con eventos patrocinados por sectores seguramente menos numerosos pero con toda seguridad más influyentes. Toda vez que los estamentos públicos parecen no tener mucho en cuenta la cultura no consagrada, no académica o no tradicional, y siendo así que el empresariado desprecia la cultura carente de rentabilidad contable a corto plazo, la eliminación de espacios autogestionados dificulta sobremanera la iniciativa individual en la creación de contenidos culturales, condenándonos a una cultura que reproduzca de forma exacta la de años ha, sin aportaciones novedosas ni originales, donde el creador es un "profesional" por designio cuasi divino y el ciudadano un mero consumidor. Nos merecemos algo mejor que todo ese aburrimiento estamental y formulaico. Todos somos creadores, y la evolución no puede detenerse.

Por otro lado, el carácter de representación dramática de nuestro tiempo que adquieren los sucesos acaecidos en torno al CSOA Casas Viejas viene dado sobre todo por la entrada en escena de un movimiento cuya existencia era insospechada no sólo para los Bordas Marrodán, sino para cualquier poder fáctico; se trata del movimiento generado en torno a los cinco años de existencia del Centro Social y a la cultura construida sobre las actividades allí desarrolladas. Para estupefacción de los inmovilistas, salía a la palestra un agente social que no podía ser entendido a partir de conceptos absolutos, de dogmas rígidos o de ideas de digestión rápida que se pudieran formular en menos de lo que dura una noticia en un telediario. No servían ya los esquemas político-sociales anteriores a la emergencia del movimiento antiglobalización; quienes apoyaban al CSOA Casas Viejas no eran necesariamente marxistas, no actuaban bajo la tutela de partido político alguno ni supeditaban su estrategia a solemnes principios teóricos de pretendida vigencia universal. Su legitimidad provenía de su acción sociocultural constructiva, no respaldada por aparato publicitario alguno, sino tejida desde abajo, en el día a día, mostrando sin ambages sus aciertos y sus errores, pues no era posible mucha pirotecnia mercadotécnica; por otro lado, la inexistencia de estructuras jerárquicas brindaba la posibilidad de frenar tarde o temprano a los arribistas y sectarios que inevitablemente aparecen en torno a cualquier proyecto exitoso. Más importante aún, las gentes que habían revitalizado el espacio de Casas Viejas no ambicionaban ser opción única, sino una más entre las opciones posibles; reivindicaban la posibilidad de su existencia, no la de su perfección. En apoyo de estas premisas se había conseguido reunir a miles de personas; no, ya no eran los okupas de antes, ni los comunistas de antes, ni los anarquistas de antes, y en algún despacho hubo quien se preguntó qué podía hacerse con ellos para que todo volviera a ser como antes.

Es ahí donde entran en la representación otras fuerzas que reaccionan contra nuestro tiempo; ello no ocurrirá sino después de que dos participantes en el Centro Social asuman la representación del colectivo encerrándose en un túnel subterráneo inaccesible para las autoridades, con la intención de que el desalojo sea menos rápido y quirúrgico de lo que el juez y la policía habían previsto. La compleja estrategia desarrollada por la asamblea del centro era inédita en España, por cuanto se inspiraba en el plan de acción seguido por el movimiento contra la carretera de enlace entre las autopistas M11 y A102 de Londres, el cual se desarrolló en 1994, adquiriendo la suficiente importancia como para aparecer con su propio artículo en la Wikipedia en inglés (es significativo el hecho de que este movimiento fracasó a corto plazo, pero a la larga acabó calando). Las mentes oficiales, incapaces de asimilar que más allá de los Pirineos también suceden cosas, tuvieron muchos problemas para creerse esto. Entretanto, el desconcierto de los poseedores de mando en plaza era evidenciado por la inusitada dureza de las cargas llevadas a cabo contra quienes protestaban por la supresión del Centro Social. Ese fue el momento de salida a escena de los medios de comunicación, ávidos de lo que ellos llaman una historia (seguramente traducción del inglés story, que en español se traduce más por cuento que por historia verdadera). La heroicidad física implícita en el modo de resistencia elegido atrajo a los medios de fuera de Sevilla, que hacía ya tiempo que no cubrían una noticia ocurrida en la ciudad; por otro lado, también espantó a ciertos poderes fácticos de dentro, incómodos ante la difusión nacional y hasta internacional de un fenómeno que desvirtuaba la imagen de ciudad de profunda devoción mariana que con tanto mimo intentan preservar.

Los medios de comunicación, entonces, se comportaron como medios de comunicación, introduciendo la preceptiva simplificación orientada al espectáculo que ellos necesitaban y marcando así el camino a las instituciones, que habían de intervenir inmediatamente después. El monolitismo y la agresividad con que partidos políticos, fuerzas del orden, prensa local y estamentos conservadores se aplicaron a deteriorar la imagen de los participantes en Casas Viejas podría ser explicado aludiendo a un miedo insuperable a lo nuevo, a lo que inserta ideas de variado origen en el tejido local y a lo que florece fuera de su control; por encima de los defectos que pudieran advertirse en su funcionamiento cotidiano, Casas Viejas podía encajar en esas definiciones. Se recurrió entonces a los clichés ofensivos tan caros al aparato propagandístico reaccionario de tiempos recientes; si los okupas de ahora no eran como los okupas de antes, su imagen tenía que ser esculpida a martillazos difamatorios hasta que regresaran al redil y aceptaran el papel que les había correspondido en la representación.

Las acusaciones difundidas eran tan graves como burdas, y llevarían a más de un pesimista antropológico a pensar que la civilización no ha avanzado un palmo desde los años sesenta. Lo cual no es cierto; es sólo que los mostrencos aunque peligrosos vituperios proferidos contra Casas Viejas desde elevadas tribunas están destinados a quienes necesitan creer que la civilización no ha avanzado un palmo desde los años sesenta. En esencia, se trata de la consabida caracterización de los participantes en Casas Viejas como okupas vagos, okupas parásitos, okupas ruidosos y okupas sucios, aderezada con dos sambenitos más, dictados por el momento mediático y por ello bastante destructivos: el de okupas simpatizantes de "las trasnochadas utopías de mayo del 68" (papá Sarkozy, el hombre de las gafas oscuras, ha abierto la veda) y el más rastrero y ruin, el de okupas "pertenecientes al entorno etarra", que muestra los escasos escrúpulos con que se ha planeado la operación de deterioro de imagen del colectivo relacionado con Casas Viejas (es casi innecesario aclarar que dicho colectivo está tan vinculado a la banda terrorista como lo puedan estar los directores de los periódicos que se editan en Sevilla o los altos cargos del Gobierno central en Andalucía). La decisión de difundir tales calumnias representa aquí la nula disposición de los que crean la ficción mediática a pactar con quienes crean la realidad. Quienes al arrogarse el poder se arrogan el conocimiento afirman tener constancia de que la época actual es una época "de derechas", y que se ha de elegir entre mantener el presente estado de cosas o volver a esquemas absolutistas. Como siempre, aquí y allá surgen corrientes de pensamiento y movilización sociocultural que desmienten tan interesada y maniquea pretensión; en una democracia no puede alcanzarse el grado de control social necesario para asegurar que nadie le busque tres pies al gato. Cuando alguien le busca tres pies al gato, es la realidad la que intenta introducir una cuña en la ficción mediática para acabar derribándola como una cascada que vence un muro de contención; por las fisuras del muro entran los matices, las historias personales, los estados de ánimo, la multiplicidad de circunstancias, los sueños y la creatividad, entre otras muchas cosas. Pero los guardianes de la ficción mediática no dejan que la realidad les estropee una buena noticia, y las noticias no están hechas de matices ni de historias personales, sino de victorias, derrotas, privilegios, prejuicios, encuestas, árboles genealógicos y glamour. Todo esto ha quedado claro en la representación; a cada uno le ha sido adjudicado un rol vinculado a lo tradicional en una batalla que había de terminar con vencedores y vencidos, y los estereotipos encarnados por los personajes encajan como un guante en la función de masajear prejuicios a la que ahora se han entregado los autotitulados comunicadores, quienes habitan más cerca del cine de Hollywood que del periodismo llamado "serio".

Por último, cabe preguntarse sobre las herramientas de las que disponemos para actualizar el funcionamiento de la sociedad y posibilitar el establecimiento de normas que articulen la coexistencia y no el privilegio, para lo cual no estaría mal que los individuos de a pie dispusiesen de cauces que les permitieran decidir ellos mismos, tanto en lo que se refiere a la cultura como en lo relativo a otras esferas de lo social. Traduciendo esta retórica a preguntas concretas: ¿qué posibilidades tienen los participantes en Casas Viejas de cambiar las leyes referentes a la ocupación de una propiedad en desuso? ¿Qué oportunidades existen para intervenir en las políticas culturales de forma que determinadas opciones creativas, tan dignas como otras cualquiera, no queden desamparadas? En Holanda, todo inmueble que haya permanecido vacío durante un año puede ser legalmente ocupado si el propietario no demuestra que lo vaya a usar de forma inmediata. ¿Qué opciones tenemos los que preferimos una legislación como la holandesa a la vigente aquí, que da la razón al propietario en todos los casos? Pues nos vemos un tanto inermes...Participar...votar cada cuatro años, y luego... el espectáculo, donde hay unos cuantos actores y los demás somos público. Así no es de extrañar que algunos decidan forzar su entrada en el show, pero el guión está escrito y los papeles están repartidos, porque es teatro clásico, teatro comercial...no, perdón, ni siquiera es teatro, sino películas de superestrellas y persecuciones y efectos especiales y hamburguesas con ketchup y palomitas. Tiene que haber algo mejor, más complejo, más creativo, más incluyente, más feliz. Tiene que haberlo. Por si acaso, viva el teatro independiente y la comedia absurda.

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jueves, 11 de octubre de 2007

En el comienzo de los comienzos...


Después de varios días (y alguna que otra semana) devanándome los sesos para dar con una frase de menos de siete palabras y sin oraciones subordinadas que bastara para evocar la extensión, el significado y la posible evolución venidera de la cultura subterránea, sólo se me ocurrió aquello del universo en expansión (alguien lo habrá pensado antes, ni que decir tiene). Es una imagen bastante fiel, pero literariamente no queda bonita; ante semejante constatación, lo único que puedo afirmar es que seguiremos trabajando para despejar el camino hacia mejores metáforas.

Lo que sí estamos en disposición de proclamar con cierta rotundidad es que lo visto hasta ahora es sólo el comienzo de los comienzos, la punta del iceberg de una singladura contracultural que construiremos entre todos y que sacará a la luz a una multitud que está trabajando en la recomposición creativa, humorística y desprejuiciada de esta realidad que nos cayó encima como si fuera inmutable y que nosotros vamos a revelar como modificable.

Como punto de partida (y de no retorno) hemos fijado unas jornadas, acaecidas el 5 de octubre, donde por lo pronto se acabó propugnando que los creadores sin recursos ni contactos (es decir, casi todos nosotros) tomaran/tomáramos las calles para exhibir su/nuestra obra.

Con anterioridad a tal sucedido, Rafa Iglesias, Patricia Davis, Enrique Valverde y José Luis Tirado, todos ellos correosos y audaces apóstoles de la cultura no mediatizada por los medios mediáticos, coincidieron en referir sus experiencias al margen de lo promovido desde altas esferas (los tres primeros en una mesa redonda, el último en una presentación propia con proyección de algunos de sus vídeos). No voy a ser yo quien intente el relato de los densos periplos vitales de estos creadores, pues es probable que no atinase; si ellos quieren, les cedemos el blog para que un día nos lo cuenten. De cualquier modo, no creo que sea un sinsentido afirmar que a nuestros invitados y cooperadores les unían como mínimo tres factores de capital importancia en una teoría de la cultura subterránea, que podrían definirse como:

1. La voluntad de abrir el universo cultural a todo el que quiera vivirlo.
2. La renuencia a diluir o minimizar la originalidad y/o el contenido crítico de sus discursos y prácticas artísticas.
3. La disposición a resistir berroqueñamente ante cualesquiera adversidades y mantenerse en la brecha sean cuales fueren los medios disponibles.

No es arriesgado barruntar que cada uno de los que allí estuvieron habrá sacado una conclusión particular y personalizada de lo acontecido en aquel intercambio de experiencias y situaciones infrecuentes vividas en tiempos y lugares de inusual disparidad. Quizá la mejor estrategia para entender esa tarde consistiera en concebir aquellas horas como un ejercicio para entender la necesidad de situarse en el lugar de alguien cuya experiencia de vida no es exactamente igual a la nuestra. ¿Cómo se ve el mundo desde la perspectiva de alguien que se pasa media vida luchando porque su calmante vegetal favorito sea examinado según parámetros racionales y sin que intervengan la histeria y las consignas, todo ello después de haber sido fraile antes que cocinero al haberse tenido que buscar la vida en un mercado laboral hostil después de colgar la sotana? ¿Cuál es el color de la existencia cuando se percibe después de haber pasado años intentando sacar de cada uno el actor y/o el humorista que lleva dentro y que se queda dentro por esconderse de una cultura que expulsa la expresión artística de la vida cotidiana y la considera propia de patéticos bufones carentes de sentido del ridículo? ¿Cómo se despierta uno tras haberse pasado el día anterior examinando el potencial del Camarón de la Isla como icono de la revolución social, o editando lo ideado por otros sabiendo que la ganancia que recibirá será en exclusiva la proveniente de la tranquilidad de espíritu que sólo puede dar la coherencia con los propios ideales, o recibiendo serias amenazas por haberse atrevido a plantear respetuosamente que a lo mejor Jesucristo, de haber conocido el látex, no coincidiría con Karol Wojtyla en su opinión sobre el mismo)? ¿Dirías lo mismo, pensarías lo mismo, sentirías lo mismo, si hubieras aterrizado en una playa donde los generadores de energía eólica se pueden quedar hasta que cambiemos de era geológica mientras que las personas que a duras penas llegan allí sin otro ánimo que el de ganarse el pan con el sudor de su frente son implacablemente repelidas en dirección al lugar de donde huyeron, y eso si tienen la suerte que la playa de la que hablábamos al principio no los espere como cadáveres ante la pasividad de quienes podrían hacer algo y deciden no hacer más que ganar dinero? El mundo no es una jungla, pero la élite sí es un zoológico, pudo haber dicho José Luis Tirado durante la cumbre de la Unión Europea celebrada en Sevilla en 2002, antes de sugerir a los viandantes que no arrojasen cacahuetes a los agorafóbicos dirigentes enjaulados por voluntad propia en el hotel Alfonso XIII.

Si es posible y el autor da su permiso, próximamente publicaremos en este blog el vigoroso manifiesto escrito para la ocasión por Rafa Iglesias, quien allí mismo lo leyó ataviado con ropajes de clerecía (ya sé que el hecho de que acudiera a nuestras jornadas protegido de la desnudez con telas normalmente asociadas a la condición de sacerdote puede para muchos quedarse en la mera anécdota, pero no para mí, pues la reivindicación del uso ciudadano de tales tejidos no deja de tener su potencia metafórica). No es éste el lugar de ejercer de analista, exégeta o sesudo comentarista de lo redactado por Rafa Iglesias, pues él se explica lo suficientemente bien como para no necesitar intermediarios. Sólo diré que da mucho que pensar, lo cual es en mi modesta opinión lo mejor que se puede decir sobre cualquier escrito.

Previamente, Paco Cerrejón había acometido un desafío comparable a los trabajos de Hércules (o a las doce pruebas de Astérix, ya que estamos en ello) comprimiendo la historia del cómic en apenas dos horas de exposición (incluyendo anécdotas, desviaciones de la historiografía establecida, ruegos, preguntas, cómic norteamericano, francés, peninsular, argentino, tradicional, contemporáneo, infantil y filosófico, y teniendo tiempo aún para examinar las prácticas de gestión cultural más frecuentes cuando se trata de organizar eventos relacionados con este universo creativo). A lo largo de su documentada presentación quedó de manifiesto que el cómic es una forma contracultural asaz curiosa; no todo el cómic forma parte de la contracultura, no en todas partes forma el cómic parte de la contracultura, no todos creen que el cómic forme parte de la contracultura, y sin embargo la contracultura quedaría severamente mutilada si de ella se sustrajera el cómic. Tendríamos que entrar en prolijos análisis sociológicos para explicar las razones de esta situación, aparentemente paradójica pero en el fondo coherente; en todo caso, podemos apuntar que la contracultura se nutre del absurdo e intenta por todos los medios que la arbitrariedad se vuelva contra quien la perpetra, y así el cómic, despreciado como vehículo de cultura por gentes empecinadas en augurar que nunca llegaría a las alturas de la literatura y el cine, dio lugar a obras en cuyo proceso creativo se disfrutó de una libertad raras veces sentida por quienes se dedican a las novelas o a los largometrajes. ¿Qué otra cosa podemos decir tras asimilar la estrambótica historia del cómic español, convertido en portavoz de un discurso abiertamente crítico con la organización social franquista a pesar de que las historietas que reflejaban ese discurso tenían que dirigirse a un público infantil por imperativo legal? Así es; el gobierno fascista había promulgado órdenes en las que se dejaba claro en papel del Estado que en la España nacional el cómic había de ser siempre para niños. Como pasa tantas veces cuando alguien se enfrenta a la contracultura, no les sirvió de nada; en cuanto murió el dictador y asesino (todavía hay quien cree que estas dos palabras no significan lo mismo), el cómic, esa forma de comunicación para críos que no entienden de política, se vio representado en España por revistas como El Víbora y El Papus, cuyo descarnado afán transgresor guarda una extraña relación con aquel decreto que por narices circunscribía la historieta al universo de los chavales de primaria con pantalón corto.

Pues eso fue una parte de lo que dio de sí el día. Vienen muchas más experiencias en camino.


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sábado, 18 de agosto de 2007

¿Puede construirse una historia local a partir de lo insólito? Una introducción no necesariamente breve

Se dice que la historia la escriben los vencedores, y no siempre es cierto; los vencedores son con frecuencia ágrafos, ya que la gente verdaderamente sabia decide no competir, y que de esta forma nadie les pueda acusar de ganadores (verdugos) ni condenarles a arrastrar la condición de derrotados (víctimas). Lo que sí es difícil de discutir es que los vencedores no escriben la historia, pero sí la gritan con venas del cuello sobresalientes, y se las arreglan para acaparar el espectro sonoro de manera que con el tiempo se instala una normalidad; pasados los meses, nadie se acuerda de cómo se instituyó ese o aquel paradigma, y si alguien se plantea que un lugar común es irracional, empobrecedor, aburrido o inservible, no faltará quien levante su dedo acusador y le escarnezca sin compasión por haber preguntado más de la cuenta, ya que lo normal no es normal porque sí, sino porque los vencedores eran más guapos, más rubios, con ojos más azules, más carismáticos y de mejor familia. Sin embargo, podría ser, y de hecho ocurre con frecuencia, que los perdedores fueran más bondadosos, más razonables, más sensibles, más tolerantes y con un mayor sentido de la libertad y la justicia social, y también podría ser que fueran más imaginativos, más creativos, más audaces en la expresión y que entendieran mejor el significado de las ideas de duda, búsqueda y aprendizaje lúdico.

Podríamos entonces cambiar una letra y decir que la historia la escriben los vendedores, o mejor, dado que a un vendedor no le resulta rentable aprender a redactar, sostendremos que la historia la venden los vendedores (y por ello debe ser comercial como Operación Triunfo), la compra quien tiene dinero para ello y la escribe un asalariado que no pasará a la historia; un grupo editorial poseerá el copyright y por tanto intentará que la historia no se repita sin su consentimiento y lucro, y en la cubierta figurará como autor alguien que esté más acostumbrado a dictar a taquimecanógrafos que a escribir él mismo.

Dicho esto, y asumiendo que la historia con mayúsculas, lo que de verdad ocurrió y lo que nosotros creemos que ocurrió son tres variables que se aproximan a veces por pura casualidad, es mi intención empezar a depositar en este blog algunos hechos acaecidos en lugares no muy alejados de aquél donde actualmente se me puede encontrar; con un poco de suerte, alguien podrá unir entre sí estos inhabituales sucesos y partir de ellos para formar una historia local no escrita por los vencedores ni por los vendedores, sino organizada en torno a hilos poéticos, surreales, metafóricos y/o subculturales que acaben estimulando algunas imaginaciones a pesar de ser imperceptibles para quien tenga la sensibilidad abotargada por el brillo de los desarrollos urbanísticos costeros.

¿Seremos capaces? A lo mejor aprendemos algo según lo vamos intentando.

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martes, 31 de julio de 2007

¿Cómo os atrevéis a llamar no-lugar a estas calles donde tantas utopías se han imaginado? Capítulo I. Introducción y antecedentes más o menos remotos

Y sin embargo se mueve. Han sido muchos años vendiendo parcelas turísticas en el espacio entre el Guadalquivir y el Guadaira so pretexto de que allí podía hallarse una reserva india o urbanización marbellí para gentes con chaqueta cruzada que creen tirar monedas al populacho desde todoterrenos con cristales tintados, porque creen en la existencia del populacho y en el charlestón y en la exposición del veintinueve y en los jornaleros obligados a comer República y en el latifundio y en la fiesta de los toros; sin embargo, contaminan como en el siglo veintiuno, o aún mejor, como en los años setenta, edad de oro de la polución y la construcción de autopistas urbanas con pasos elevados. Pero son 1.427.060 habitantes de tendencia política generalmente considerada como progresista si miramos estadísticas y comparamos con la media del entorno, es decir, que no cuela la fantasía elitista de una Marbella de río caracterizada por lo bien que bailan los caballos andaluces y lo caros que cuestan los souvenirs en tiendas para jeques árabes y magnates alemanes de la comercialización de enanitos de jardín. No, nada de eso; dejemos a los turistas que consuman la ciudad-programa de cotilleo-edén decimonónico con código de barras que han contratado (un poco triste en mi opinión, pero para gustos se hicieron colores y dicen que estamos en una democracia y esas cosas) y vayamos a explorar el sitio donde los 1.427.060 individuos arriba mencionados residen realmente, donde yo escribo estas líneas ahora mismo con una sintaxis que no sé si será muy popular en estos tiempos de oraciones telegráficas, stop.

(Antes de seguir, pido disculpas anticipadas por las inexactitudes, los errores de calibre más o menos grueso y las meteduras de pezuña en que pueda incurrir a causa de lo fragmentario de mis conocimientos. Tened en cuenta que en este blog no se suele afirmar, sino que es más bien un espacio para la duda, el intercambio de ideas y el planteamiento de hipótesis; si algún lector de "Inmersión en el substrato" [en el caso de que existan tales lectores] encuentra que nuestras descripciones yerran, pues él vivió otra cosa, que nos lo haga saber; eso sí, con amabilidad).

No muy lejos de la Sevilla de los turistas, lo cual es casi una provocación para quienes confunden valor y precio, se encuentra el entrañable laberinto de callejuelas por donde ha de empezar toda exploración contracultural de la ciudad a que nos referimos. La historia cultural subterránea de dicho emplazamiento se remonta seguramente a tiempos inmemoriales; el destino insurrecto del área comprendida entre la Ronda Histórica y más o menos el eje Amor de Dios-
Campana-Encarnación quedó sellado tras el fracaso allá por el siglo XIX de una remodelación de la Alameda de Hércules destinada a convertirla en hogar de próceres y prebostes (de esa remodelación datan la Casa de las Sirenas y otros edificios señoriales de las inmediaciones). Este intento decimonónico de convertir la Alameda en distrito para élites se fue a pique cuando la vecindad se llenó de fábricas y de alojamientos para obreros; lo que entonces era el norte de la ciudad era la zona elegida para la incipiente revolución industrial sevillana, y los potentados querían distinguirse de aquella gente condenada a ser vista siempre como populacho, turba, turbamulta, horda roja o masa. De manera que los privilegiados agarraron sus sombreros, sus corbatas y sus pañuelos saliéndoles del bolsillo de la chaqueta y se fueron al sur de la ciudad a recibir turistas, mientras al laberinto de callejuelas del que hablábamos seguían llegando jornaleros hambrientos y soñadores para quienes vivir era sinónimo de luchar hasta un punto que no estoy seguro de que podamos concebir quienes hoy día disponemos de banda ancha y nevera (a veces) llena. Luchar para pagar el pan, para poder permitirse comer algo que no fuera pan (y legumbres de vez en cuando), para que los hijos no murieran en el parto, para no morir en el parto, para no perder el empleo, para no morir de enfermedades relacionadas con la mala alimentación cuando se perdía el trabajo, para no morir de enfermedades relacionadas con la mala alimentación aun manteniendo el trabajo, para no morir de enfermedades contraídas en el trabajo, para ser curado cuando uno caía enfermo (seguro médico), para no morir de hambre cuando uno no podía seguir trabajando (seguro de incapacidad) o cuando envejecía (seguro de vejez), para no ser desahuciado cuando al casero le viniese en gana... Dadas las circunstancias, soñar con otra vida era imprescindible para seguir vivo; si no se quería esperar hasta después de la muerte, sólo quedaba la política. El sistema político oficial de aquel entonces (1880 y años posteriores) había sido creado por un tal don Antonio Cánovas del Castillo con el propósito expreso de mantener al pueblo (populacho, masa, turba, horda roja) apartado de la toma de decisiones y del establecimiento de prioridades; no se trataba de mejorar la vida de la gente, sino de "mantener la estabilidad institucional", "desarrollar un concepto fuerte de España, que se materialice en una arquitectura constitucional que confiera solidez a la forma de Estado" y esas cosas que tanto se leen todavía en los periódicos y que tienen tanto que ver con cómo nos las arreglamos para llenar nuestro plato y no pelarnos de frío en invierno. De modo que el hambre y la "estabilidad institucional", que en general son malos compañeros, no pudieron coexistir, instalándose en la Alameda, el Pumarejo y alrededores (y asimismo en otros sitios próximos como Triana) una cultura reivindicativa de arrollador empuje articulada sobre demandas de elemental justicia y utopías de conmovedora naturaleza.

Los años diez, veinte y treinta del siglo XX fueron en el norte del Casco Antiguo años de miseria, enfermedad y explotación pero también de unión y solidaridad entre las gentes que sufrían tan indecibles padecimientos. No había resignación; la utopía la había expulsado de aquellas calles. Una huelga sucedía a otra, a pesar de que ese derecho no estaba reconocido y los conflictos laborales solían reprimirse con pocas contemplaciones físicas, por lo que protestar suponía arriesgar el empleo y el pellejo. Las huelgas no eran sólo laborales; también podían ser huelgas de alquileres, en que un determinado colectivo (un barrio entero, por ejemplo) se negaba a pagar a los propietarios de su vivienda si éstos (en su conjunto) no reconocían ciertos derechos o acometían ciertas mejoras.

Según se cuenta, porque creo que existen pocas grabaciones que lo atestigüen, la música que acompañaba a todo este proceso era el flamenco, que entonces no estaba mediatizado en modo alguno por estructuras de marketing y comercialización; no sé si en tiempos de la II República existía en la Península algo parecido a una industria discográfica, pero parece que el género musical mimado a nivel comercial era la copla, quedando el flamenco puro como vehículo para transmitir tradición oral y como música que acompañaba las reuniones sociales de forma espontánea. Debe tenerse en cuenta que entonces no existía el rock and roll, ni el hip-hop, ni el heavy metal ni ninguna de las músicas que hoy se asocian con la contracultura; tampoco era habitual que se dispusiera de reproductor de discos en casa. Parece que el cine y el teatro eran muy populares, y aunque los niveles de analfabetismo eran extraordinariamente elevados y la enseñanza era elitista, falta de medios y contaminada por siglos de oscurantismo religioso, ello no obstaba para que una población ávida de cultura intentara en muchos casos formarse por sus propios medios, a veces con la ayuda de los ateneos y escuelas populares que entonces surgían por doquier. Se puede decir, sin embargo, que el vanguardismo que se podía encontrar entonces era más político y social que cultural, literario o musical; quizá se pueda decir que las corrientes pedagógicas progresistas primaban la enseñanza científico-matemática y la educación en valores, pues se pensaba que para afianzar el pensamiento crítico y racional era menester desterrar primero la retahíla de supersticiones de origen eclesiástico que nublaba desde tiempos remotísimos el pensar de las gentes no escolarizadas de la zona (y a veces de las escolarizadas también, pero por lo menos éstas habían disfrutado de mayores posibilidades de elección).

El asesino Queipo de Llano, aún enterrado en la basílica de la Macarena para consternación de todo antifascista que sepa de su ejecutoria (de sus ejecuciones), cortó de raíz todos estos avances. No voy a dedicar muchas letras a condenar la inconcebible brutalidad y execrable crueldad de una represión que pretendió borrar del mapa todo lo que hubiera tenido relación no ya con ideas revolucionarias, sino con reivindicaciones de derechos que hoy damos por garantizados; me limitaré a hacerme eco de que no sólo la izquierda fue exterminada, sino que los izquierdistas fueron exterminados, llegándose a demoler edificios por el solo hecho de que allí solían reunirse revolucionarios y sindicalistas. Tan implacable aniquilación de las ideas contrarias llevó más tarde, como no podía ser de otra forma, a una cierta despolitización de la contracultura frente a la hiperpolitización de antes de la guerra. Pero eso ocurriría décadas más tarde; de momento vendría la posguerra, el miedo y la resignación, otra vez la resignación.

Duró bastante, pero no podía durar para siempre (no hay mal que cien años dure). El hambre no se había ido y muchas actividades antes toleradas habían sido prohibidas, por lo que la gente seguía teniendo bastantes razones para quejarse, o para evadirse mentalmente si, como era el caso, no se les permitía la queja. Así las cosas, estaba claro que las realidades no oficiales iban a penetrar, por muy pequeña que fuera la rendija. Irónicamente, fue a través del estamento militar y de la primera potencia mundial como llegó en ese sentido aire fresco al lugar; con toda la libertad que faltaba entonces en Estados Unidos (no hacía muchos años que a Bertrand Russell se le había prohibido enseñar en una universidad de aquel país, por ateo y corruptor de la juventud), la verdad es que aquí faltaba bastante más (cuando a Bertrand Russell se le prohibió enseñar en una universidad de Estados Unidos, declaró que la situación le recordaba a "la España de Franco"). Es bastante conocida la historia de cómo a través de las bases de Rota y Morón ciertas personas residentes en Sevilla tuvieron contacto con los ritmos en aquel entonces considerados salaces e indecentes que hacían furor entre la juventud de Estados Unidos y gran parte de Europa (aquí los cines cerraban todavía en Semana Santa por mor de la exigencia eclesial de recogimiento). En tiempo reciente he oído historias de cómo penetra la cultura occidental en lugares como Irán y Afganistán, donde la música ha llegado a estar totalmente prohibida, y he encontrado cierto paralelismo con estos recovecos de la historia de España; en la actualidad, los cantantes pop más vacuos y sintéticos de las cercanías de Hollywood pueden ser verdaderos iconos revolucionarios en ciertos países sin abandonar por ello su insípida identidad de marca comercial (miento: no son insípidos, son tan indigestos como sus patrocinadores). Elvis Presley ejercía quizá el mismo papel hace unos cuantos años, cuando los mosenes y las beatas se escandalizaban y se hacían cruces a cuenta de ese movimiento pélvico.

No obstante, lo que entró de tan insospechada y castrense manera no fue sólo la música de la América profunda ni los bailes de los repeinados y competitivos estudiantes que cada cierto tiempo vuelven a torturarnos a través de películas tipo "Grease" (aunque ese cliché también tiene su reverso, del que algún día hablaremos si nos da tiempo). Cuando tuvo que entrar la psicodelia, también entró. Mientras que en Madrid o Burgos se conocía a los Beatles y a pocas formaciones más, las discotecas de ciertos lugares de Andalucía obsequiaban a sus parroquianos con sonidos que las timoratas editoras musicales del momento no se atrevían a publicar oficialmente aquí. Se dice que el peculiar modo de circulación de las grabaciones sonoras favoreció una cultura subterránea única en el país por su carácter inequívocamente callejero y popular, ya que en Barcelona y Madrid quienes disfrutaban de acceso al rock eran gente más adinerada (en general, la diferencia de riqueza entre estas capitales y la ciudad de la que hablamos ha sido siempre bastante palpable, y se puede comparar con la que existe entre la clase media y la media baja. Seguirá siendo así mientras haya medios de comunicación de masas y Andalucía, Galicia o Extremadura no aparezcan nunca en ellos como no sea en la crónica de sucesos o en la de eventos folklóricos). Debido a este cúmulo de circunstancias y a otras razones que nos harían el artículo demasiado largo si no lo es ya, fue entonces que en Sevilla se asentó una cosmovisión contracultural más bien hippy, que aún subsiste y está ahí para todo el que quiera ver el bosque más allá de los árboles cofrades.

¿Y el resto de las formas creativas existentes? ¿Qué había sido de la literatura, el arte contemporáneo, la fotografía, el cine, el teatro y la creación vinculada a lo político-social? Pues miren ustedes, de eso la verdad es que no se recuerda mucho. Tengo para mí que a ello se dedicaban sobre todo universitarios, que amaban el cine sobre todas las cosas (Godard, Eisenstein, los recientemente fallecidos Bergman y Antonioni, el cine checoslovaco), y que poco o nada se supo por estos lares de los Provos holandeses o del movimiento Fluxus. La década de los setenta fue otra historia totalmente distinta, pero en 1969 todavía quedaban seis años de dictadura fascista sin divorcio ni anticonceptivos ni sexo antes del matrimonio ni derecho a la huelga.

Entretanto, el lugar donde comenzamos este artículo, la zona norte del Casco Antiguo sevillano, iba siendo condenado al derribo de todos sus edificios y su sustitución por deprimentes representaciones de la arquitectura de masas de la época (los edificios construidos entre 1950 y 1980 están hasta en la sopa y nos hacen llorar lágrimas de amianto; es difícil pensar en una tendencia arquitectónica que haya resistido peor el paso del tiempo). Existió sobre el papel un increíble plan de remodelación, cuyos culpables habían previsto que fuera perpetrado más o menos en 1979, que propugnaba la eliminación de casi todos los inmuebles antiguos que rodean la Alameda de Hércules, los cuales serían sustituidos por bloques de viviendas de nueva construcción con cinco plantas sobre rasante. La Alameda se iría al garete merced al asfaltado de seis carriles para vehículos automóviles, tres por sentido, y bajo la misma se horadaría un imponente aparcamiento subterráneo (¡de cinco niveles!) contiguo a una de las estaciones del primer proyecto de metro de Sevilla. Tamaño desastre urbanístico, que de haber sido cometido hubiera transformado la Alameda en una ficción tan legendaria como el castillo del rey Arturo, fue evitado in extremis por la llegada al poder en el mismo año 1979 de ayuntamientos salidos de las correspondientes elecciones (el despropósito había sido aprobado dos años antes por un pleno municipal compuesto por concejales elegidos según las normas vigentes bajo Franco, es decir, designados vaya usted a saber cómo). Lo cierto es que mucho tiene que mentir y manipular un partido político para poder ganar una votación popular llevando en su programa tan nauseabundo desmán especulativo, casi equivalente a derribar la catedral para construir encima un supermercado dedicado a vender exclusivamente merchandising de la liga de fútbol.

Este apocalipsis, cuyo advenimiento fue impedido en el último minuto por la oposición ciudadana, venía siendo planificado desde décadas antes, pues el sector Alameda-Pumarejo se iba cayendo a pedazos ante la pasividad de todos los que podían intervenir y no lo hacían porque esperaban el momento justo para trocar el carácter proletario de la zona en lucrativo perfume pequeñoburgués anunciado en TV. Las fábricas ya no estaban allí, pues en general convenía situarlas más allá de Despeñaperros; las pocas que abrieron en Sevilla lo hicieron en polígonos industriales con nombres tan propios de un polígono industrial como Carretera Amarilla, Store y Calonge, que aún hoy son lugares desapacibles donde se anima a instalar salas de conciertos porque no hay vecinos. ¿Y dónde estaban los vecinos? Fueron realojados, muchas veces a la fuerza, en bloques de viviendas tan anodinos como esas fábricas, separados en barrios distintos de un extrarradio inmenso para las dimensiones que los más viejos del municipio estaban acostumbrados a manejar. Sería allí, en esa ciudad que ya no podía ser un pueblo, donde décadas más tarde arraigaría el hip-hop sevillano, versión local de la que se considera la subcultura urbana por excelencia. Pero eso también es otra historia.

CONTINUARÁ...

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martes, 24 de julio de 2007

¿Acaso las tribus urbanas no son un intento de gregarizar lo ingregarizable? (y que me perdone quien sea alérgico a la invención de palabras).

Resulta que tenemos en un principio a unos individuos que dentro o fuera de una subcultura se manifiestan como personas libres y autónomas, sin perjuicio de sus posibilidades de asociación cooperativa, y cuando nos queremos dar cuenta los vemos transformados en punks, mods, rockers (muy populares en Sevilla a finales de los 80), jevis (o heavies), jipis (o hippies), frikis (o freakies, aunque en inglés del de verdad se dice geek), roleros, clubbers, ravers, B-boys, otakus, góticos (partidarios de Bauhaus, de The Cure, de Nine Inch Nails o incluso de Chimo Bayo, y no es broma), indies de diversos tipos, seguidores del viejo metal, del nuevo metal, del metal gótico, del trash metal, del metal alemán y hasta de los Guns´n´Roses. A veces, el proceso simultáneo de subdivisión y etiquetado llega a extremos tan enloquecidos que presenciamos con estupor la aparición de grupos que en principio parecen una contradicción en sí mismos: así, nos damos de bruces con los punks nazis, o con los rockeros cristianos de Estados Unidos, tendencias nacidas de contextos en que el punk y el rock and roll no representan exactamente lo mismo que aquí.
Pero, ¿a qué viene esta frenética necesidad de clasificación? Cuando un grupo saque un disco, ¿tendrá que llevar nombre en latín, como las plantas? Porque así la contracultura se asemeja más al reino vegetal que a otra cosa, la verdad...

A esta plétora de grupos subculturales brotados de forma con frecuencia nada espontánea se le suele llamar en español "tribus urbanas"; no deja de ser curioso que la lengua inglesa carezca de una expresión similar. Y es que no parece que estas dos palabras se hayan escogido de manera inocente; el vocablo "tribu" connota una lealtad perruna al grupo, erigido en sustituto de la humanidad en su conjunto y en pantalla a través de la cual se filtra el contacto con agentes exógenos, si es que dicho contacto existe. En ese sentido, se les estaría acusando de formar sus propias sociedades cerradas. ¿Es eso así? Aunque hay personas que se etiquetan a sí mismas con un énfasis que va mucho más allá de la necesidad de definirse, por lo general las tribus urbanas son clasificadas desde fuera, usando a veces criterios más relacionados con la maximización de las ventas de periódicos que con cualquier otra consideración, así como con lugares comunes que a fuerza de repetirse se acaban imponiendo. Por supuesto, en opinión de estos simplificadores con altavoz las tribus urbanas se caracterizan sobre todo por su forma de vestir, y no por su forma de pensar; la misma forma de vestir es presentada ora de modo folklórico y caricaturesco, ora pasada por el tamiz de las últimas tendencias de la moda milanesa y vendida a un precio que puede hacer estallar cerebros sólo con verlo en la etiqueta. Y es que la indumentaria es más fácil de vender que la ideología, y tiene más futuro en el mercado publicitario; una imagen vale más que mil palabras, una imagen crea más valor para el accionista que mil palabras. Por si esto fuera poco, el producto-tribu urbana es presentado con mentalidad de parque temático: la verdadera escena ha de ser emplazada forzosamente en Estados Unidos o el Reino Unido, a nivel mundial, y en Madrid o Barcelona, a nivel peninsular, salvo cuando se trate de movimientos enraizados en tradiciones locales, que en ese caso han de circunscribirse al lugar de su nacimiento y ser retratados como propios de aborígenes que aún creen en el trueno como dios vengador. Sólo teniendo esto en cuenta se pueden entender siguientes fenómenos en apariencia paranormales:

ADVERTENCIA: Lo que sigue es extremadamente opinable (lo que antecede también; lo que sigue, sin embargo, es más opinable). No se soliviante nadie por atribuirnos intención de poner a caer de un jumento sus gustos musicales; en verdad yerra quien tal cosa estime, pues a partir de ahora vamos a hablar de creación de modas y tendencias, así como de estrategias para agrupar a un público que quizá de otro modo quedaría disperso.

1. ¿Quién define el punk? En posteriores artículos se tratará esta forma de contracultura tan interesante; aquí nos limitaremos a hacer constar nuestro asombro ante los intentos de delimitar el punk perpetrados por algunos avispados críticos musicales y sociólogos que hacen el trabajo de campo en el despacho. Por algún motivo, The Clash es un grupo generalmente considerado punk; por algún otro motivo un poco más arcano, Rage Against the Machine, grupo intercambiable con los anteriores respecto a la ideología y el contenido verbal pero con un sonido que se suele asociar a la década de los noventa, no tienen NADA que ver con el punk. La razón de todo esto la empezamos a barruntar cuando comprobamos que punk parece ser todo aquel individuo no encuadrable en otro movimiento que se atreva a pisar las calles luciendo un peinado aunque sea ligeramente reminiscente del exhibido por los sujetos que posaban para las fotos interiores de la casete recopilatoria "Punk en Miranda de Ebro, 1983-85", si es que tales fotos existían, que en aquel entonces, sin cámaras digitales ni Bluetooth ni leches, revelar una instantánea debía de costar ambos órganos renales.

2. En los últimos tiempos, el reggae se ha convertido en la música obligatoria de la cultura punk, más aún que los propios sonidos punkis de toda la vida. Otrora, escuchar música jamaicana era una más entre las opciones complementarias con que alguien que se autodefiniera como punk podía llenar su tiempo; hoy día, en cambio, es una característica. Aunque no es difícil averiguar que la íntima relación entre la subcultura punk y el underground jamaicano se remonta a la confluencia de ambos movimientos en el Reino Unido allá por los tiempos en que aquí triunfaba Camilo Sesto (y eso es algo que hay que reconocerle a la subcultura punk, que nació como antirracista en un panorama de comunidades separadas en función de la procedencia de sus miembros), no deja de tener su aquel que los punks más connotados como tales sólo tengan oídos para un estilo de "música combativa nacida en el Tercer Mundo"; el resto de los sonidos de origen extraprimermundista se asocian normalmente con los hippies, en un primer momento aborrecidos por los punks bajo la acusación de ser en el fondo unos pijos. ¿Que todo esto tiene bastante poca lógica? Sí, a mí también me lo parece. ¿Que la gente en general y los punks en particular son más inteligentes que todo eso? Bueno, depende de cada caso, pero yo creo que sí. ¿Que si todo el mundo está de acuerdo en que el punk nació en Jamaica para qué me voy a meter en camisa de once varas diciendo que no veo yo dónde está la conexión? Pues seguramente ése el pensamiento que explica todo este galimatías, y es una pena, porque la subcultura punk siempre se ha caracterizado por su furioso antigregarismo.

3. Harto curiosa es también la relación de los rastafaris con el emperador Haile Selassie de Etiopía, considerado Dios en la Tierra sólo por ser el único gobernante africano que mantenía el poder en la época del colonialismo explícito. Una visión más prosaica del personaje conllevaría el reconocimiento de que al parecer no supo o no pudo llevar a cabo las reformas que Etiopía necesitaba, ni se enemistó demasiado con lo que los rastafaris llaman "Babylon", ni tampoco hizo nada para detener las hambrunas de 1973; todo eso, sin embargo, no tiene nada que ver con una isla del Caribe.

4. Lo que en el extranjero llaman "world music" y aquí llamamos "música étnica" es un fenómeno para estudiarlo detenidamente en cuanto saco sin fondo donde yuxtaponer con pocos escrúpulos sonidos cuya única ligazón puede ser la de no proceder de Estados Unidos, Europa Occidental o Japón, o inspirarse en algún estilo musical no académico de aparición anterior a 1960. Un famoso grupo alemán de tecno primigenio lo puso de manifiesto en unas memorables declaraciones en las que sostenían que lo que ellos manufacturaban era música étnica de la cuenca del Ruhr, o algo así; por una vez tenían razón, pues los habitantes de Renania del Norte-Westfalia tienen el mismo derecho que los brasileños o los costarricenses a poner música a su paisaje cotidiano como crean conveniente. De hecho, con el tiempo ha acabado apareciendo un tipo de sonido que ha sido adjetivado como industrial, utilizado con frecuencia para retratar la angustia provocada por la implacable asepsia de la sociedad del espectáculo; gracias a esto se ha conseguido por fin llenar el hueco que habían dejado los letristas de mambo y bossa nova al no introducir estos temas en sus canciones con demasiada frecuencia.

5. Por supuesto, si un grupo turco o peruano toca música rock, no será rock: será música "étnica", o música "étnica" con ciertas influencias del rock, o rock con ciertas influencias "étnicas", y el tratamiento mercadotécnico que reciban no será el mismo que si fuesen originarios de Amsterdam. Igual resulta que los músicos en cuestión aborrecen el folklore de su lugar de origen, algo que es habitual en ciertas condiciones de saturación y/o limitación de alternativas disponibles; ese detalle le interesará a muy poca gente. Curiosamente, nadie piensa que todo grupo procedente de Glasgow haya sido influido por los sonidos de la gaita escocesa aunque no lo quiera admitir; tras este tipo de detalles encontramos la mentalidad neocolonial (o colonial a secas) de quien considera "indígenas" a los nacidos en países que están por debajo del suyo en renta per cápita. Hay que estar siempre vigilantes; el fascismo se esconde por doquier...

5. La invención de la etiqueta "indie" y del "rock alternativo". Habla por sí misma la idea de unir bajo el mismo concepto a Nirvana y a Fangoria, o a Radiohead y los Beach Boys, o a Tortoise y el llamado tontipop (sí, hay quien dice que estas combinaciones de grupos y estilos tienen el mismo público). Algún eximio estratega de márketing decidió un día crear una tribu urbana que le sirviese para vender en pack dos por uno músicas por lo demás tan incompatibles entre sí como las serpientes de cascabel y las nieves perpetuas, y pensó que así el mundo sería más feliz. Y es cierto, el mundo es más feliz, en el sentido de Aldous Huxley. Y el que esto suscribe, ay, se pierde todos los días sublimes obras de arte, de ésas que llevan dentro las preguntas que uno no se ha hecho nunca, por haberle sido presentadas junto a naderías de pensamiento débil por carencia total del mismo, cometidas por niños de papá a quienes uno se imagina yendo en descapotable a la playa para allí susurrar lánguidamente durante horas; son esos ambientes donde el tonto no es tonto, sino que es naif.

6. Frank T, conocido participante en la escena hip-hop española, se refería al grupo Accidents Polipoètics, pioneros de la polipoesía (y tan pioneros, como que prácticamente la inventaron ellos; ampliaremos detalles de estos singulares conceptos en entradas posteriores), en los siguientes términos: "Son los mejores, mis ídolos, creo que algún día haré lo mismo que hacen ellos, es total; sus frases son dignas del mejor MC, por eso utilicé y seguiré utilizando frases de ellos (con su permiso claro).". Es dudoso que buena parte del público de dicha escena se adhiera a estas palabras, pues los Accidents Polipoètics son señores de mediana edad que salen al escenario vestidos de señores de mediana edad, con barba y gafas y atriles donde colocar sus letras, sin sudaderas ni capuchas ni referencias frecuentes al hecho de portar el micrófono en el preciso instante en que se actúa. En cambio, dos MCs cuyas formas de pensar y transmitir se parezcan como un huevo a una locomotora diésel serán clasificados bajo el mismo epígrafe por el solo hecho de llamarse a sí mismos MCs.

7. En Estados Unidos, el heavy metal parece nacer del country; no faltan las banderas sureñas, la pertenencia a la Asociación Nacional del Rifle y una adhesión a ideas políticas derechistas que allí son típicas de áreas rurales debido al uso de unas definiciones de progresismo y conservadurismo bastante diferentes a las habitualmente manejadas por estos pagos (en EE UU, la oposición izquierda/derecha parece tener más que ver con la tolerancia, la libertad de costumbres y el laicismo que con la justicia social y la redistribución de la riqueza, conceptos arrancados de la conciencia colectiva local mediante una eficaz amalgama de sutiles métodos de persuasión de masas y nada sutiles métodos de represión de minorías) . En Europa, en cambio, el heavy metal parece encontrarse en un punto medio entre la subcultura hippy y la gótica (más proletaria y menos colorista que la primera, más comunitaria y alegre que la segunda, hablando en términos muy generales y sin despreciar nada); en el lugar donde esto se escribe, este estilo musical ha vivido un desarrollo sociológico muy particular, al derivar del llamado "rock urbano", que en tiempos vehiculó el principal movimiento contracultural de España. Este "rock urbano" era sobre todo música de trabajadores, venida directamente de los barrios que en aquel entonces sufrían la aluminosis y el aceite de colza; aunque la política no estuviese entre sus principales focos de interés, llegada la hora de definirse no cabían dudas: "Me educo con El Papus, no con el ABC", decían los Leño en memorable frase lapidaria. Ahora léase otra vez lo que hemos escrito al principio de este párrafo sobre el heavy metal en Estados Unidos, y determínese si estamos hablando de la misma tribu urbana.

8. El rock progresivo, el dadaísmo, el situacionismo y el teatro del absurdo nunca han generado sus correspondientes tribus urbanas. El jazz probablemente sí, pero en la actualidad brilla por su inexistencia (o quizá no sea lo que se entiende en la actualidad por tribu urbana). En su momento, el krautrock pudo haber originado el nacimiento de alguna tribu urbana fuera de Alemania, pero no lo hizo; hubiera sido bastante estúpido, ya que no era más que una etiqueta que los periodistas musicales anglosajones plantificaron encima de todos los grupos de rock progresivo que llegaban de Alemania Occidental.

9. A todo esto, el palabro "krautrock" se traduce aproximadamente por "rock verdura"; en una iniciativa imbuida sin duda de una gran perspicacia y una total ausencia de prejuicios culturales, ciertos periodistas británicos acuñaron el vocablo a partir del concepto de "sauerkraut" (en español, chucrut), pensando quizá que así disuadían a los alemanes occidentales todos (en aquella época, más de 55 millones) de agarrar las guitarras y los bajos y ponerse a componer tonadillas rockeras. Afortunadamente no lo consiguieron, pero debemos estar advertidos de que luminarias como aquéllas son las mismas a las que luego les es encomendado definir y etiquetar las tribus urbanas.

9. Sin duda, las manifestaciones culturales procedentes de Japón han de despertar gran interés en otras sociedades pecuniariamente desarrolladas, pues su relativo aislamiento geográfico y cultural respecto a otros lugares de economía avanzada ha establecido las condiciones para una reinterpretación de la sociedad occidental muy llamativa para los europeos y estadounidenses, que con frecuencia creen haberse desplazado a otra galaxia cuando pisan ese país tan importante para el mundo del flamenco. Ahora bien, no sabemos si eso es suficiente para explicar el reciente nacimiento de una tribu urbana que se caracteriza por su pasión por todo lo japonés. Repetimos: por su pasión por todo lo japonés. No se rinde culto a algunos aspectos de la cultura japonesa, sino a la totalidad de los mismos, desde el cómic a la gastronomía, desde el calzado al transporte público; los mismos sucesos y hechos culturales son ignorados por esta tribu urbana si ocurren en otros países. Téngase en cuenta que estamos hablando de la fascinación por tierras niponas cuando se experimenta de manera acrítica y en un grado que excede la natural curiosidad derivada de la apertura mental a otras formas de ver la vida.

10. Anteriormente se ha constatado que Japón y Jamaica han generado subculturas fuera de sus fronteras; pero ¿por qué precisamente estos dos países? Suecia o Marruecos o la República Checa o Senegal o Noruega o Bosnia o Canadá o Mauritania o Bélgica o Tanzania, por ejemplo (y podía enumerar más países; existen por lo menos 200), no tienen ninguna posibilidad de generar una subcultura que llegue a llamar la atención de masas de jóvenes sin relación familiar con el país en cuestión. ¿Acaso son culturalmente más pobres que Japón y Jamaica? De ninguna de las maneras. Es sólo que las creaciones en esos lugares pergeñadas son más difíciles de vender en el mundo anglosajón.

Y podría seguir, pero creo que con esto ya es más que suficiente. Habrá quien crea que con los tres primeros puntos ya era más que suficiente, pero una de las razones de ser de este blog es la investigación y la reflexión sobre formas de cultura alternativas a la oficial; a veces la fundamentación puede ser prolija, lo que es grave cuando además es falsa, pero pienso que en todo caso es mejor ser exhaustivo que simplemente depositar las propias opiniones sin molestarse en justificarlas. Por si no ha quedado claro, mi postura sobre el asunto es que el concepto de tribu urbana corresponde más a una construcción social de la realidad que a un examen objetivo de los contextos subculturales; por ello he optado por intentar desnudar mediante contraejemplos las falsedades intrínsecas a tan manipulada noción. Es probable que el origen de todo esto hayamos de buscarlo en simplificaciones periodísticas de trazo grueso del tipo la-juventud-explicada-a-los-mayores-de-sesenta-años y su variante por-qué-usted-señora-debe-agarrar-su-bolso-bien-fuerte-
cuando-vea-un-punki-
por-la-calle-no-se-lo-vayan-a-robar-
por-el-procedimiento-del-tirón, por no hablar del siempre popular esos-jóvenes-que-cada-día-hablan-peor-
y-van-con-muy-malas-pintas-
y-se-reúnen-por-la-noche-en-unos-sitios-muy-raros. Sea como fuere, quedan planteadas estas dos preguntas: en primer lugar, ¿existen realmente las tribus urbanas? En segundo lugar, ¿viene bien que existan? Si es así, ¿a quién? Hala, reflexionen ustedes.

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viernes, 13 de julio de 2007

¿Y dónde dice usted que se encuentra la contracultura ésa que tanto se oye mentar últimamente?




Pues verá usted; localizar la cultura subterránea va a ser para usted una tarea sencilla como el manual de instrucciones de una patata cruda si previamente se ha esforzado en leer con detenimiento y asimilar como es de recibo los escritos hechos llegar hasta ahora a este blog (lo mismo resulta que lo que es de recibo es no asimilarlos de ninguna manera, pues a lo mejor no tienen ningún interés; nosotros, sin embargo, opinamos que algo de verdad sí que hay en ellos). Si por mor de nuestro estilo poco escueto se ha perdido usted entre tanta palabra de más de diez letras y tanta frase de más de diecinueve palabras, se lo recordamos de mil amores: la contracultura es como Dios para el creyente (monoteísta), porque ambos están en todas partes; para un ateo, en cambio, la contracultura está en todas partes y es lo contrario de Dios, que no está en ninguna.

(Por cierto; todo aquel espíritu curioso que quiera saber de dónde procede la imagen que ilustra este articulillo haría bien en pinchar en el enlace para leerlo entero e irse hasta abajo del todo si no quiere tragarse otro ejemplo de nuestra habitual logorrea).

Se podría objetar que muchos creyentes opinan que la con
tracultura no está en ninguna parte, pues nadie les ha informado de la existencia de tal cosa, y suerte que han tenido, pues más de uno puede proferir amenazas de muerte (y a lo mejor ya las ha proferido) en conociendo manifestaciones como las emitidas por creadores como Rafael Iglesias, de quien trataremos más por extenso en próximos escritos. Efectivamente, hay por ahí quien cerró su cerebro más o menos hacia 1959 y quedaría gravemente trastornado al salir a la calle hoy día y comprobar cómo los hombres no usan sombrero (será que son todos rojos) y las mujeres van como si fueran suecas (de 1959). Filtrando todo lo que exceda su capacidad de sorpresa es como sobreviven algunos; nadie les dijo que tarde o temprano toparían en su singladura vital con algo que en principio no entenderían. Tras golpearse la cabeza contra un muro, o altar, durante un instante que en todo caso se hizo eterno, la emprendieron a bastonazos con el mecanismo del reloj hasta que consiguieron que se parara, y ahí viven, en un mundo de su invención, sin querer saber de las técnicas que usan ahora los agitadores culturales para construir sueños sobre lo ya existente. Pero el solipsismo tiene las patas muy cortas...

...y la cultura subterránea se alimenta de una pulsión que casi todos hemos sentido alguna vez; en efecto, se nutre de la necesidad individual o colectiva de crear cultura, y prospera en lugares excluidos del cosmos debido a que cualquier estructura basada en la economía es incapaz por definición de absorber manifestaciones culturales que no puedan ser reducidas a la lógica de la venta de televisores con pantalla extraplana. Y es que la cultura no es deslocalizable; de ahí que en este momento iniciemos una sección dedicada a evocar algunos lugares concretos en que efectivamente emerge la cultura subterránea.

Aunque no es nuestra intención prescindir de la óptica descriptiva en acercándonos a estos puntos de encuentro, hay que tener en cuenta que en muchos casos no es de recibo una interpretación unívoca de los mismos, ya que con frecuencia cada cual disfruta de su propio sueño vinculado a este o aquel lugar de creación. No siempre sucede así, pero no será extraño que hablemos de espacios que existen no sólo en el mundo físico, sino también en la imaginación de quienes los conocen y frecuentan, multiplicándose en las ilusiones de sus moradores actuales y de los que están por llegar. Por eso decimos que nosotros no vamos a describir, sino a evocar; divagaremos sin ataduras y a lo mejor nos extraviamos entre los conceptos como siempre nos pasa, pero en ningún caso pontificaremos.

Llamaremos a esta sección LAS CASAS DE LA CONTRACULTURA, pues este nombre plantea antítesis que dan mucho potaje al pensamiento (food for thought, que se dice en inglés; ¿por qué en castellano no disfrutamos de estas expresiones? Bueno, tenemos el "No, si verás tú cómo..." tan citado por Forges en sus viñetas, frase hecha que no sólo anuncia la llegada de una molestia o incordio, sino que suele llevar a los traductores de español a golpearse la cabeza contra un muro. En fin...). Como es sabido, el concepto "casa de la cultura" fue institucionalizado por André Malraux mediante orden ministerial, seguramente trasladada por un motorista uniformado al palacio del Elíseo para que la firmara Charles de Gaulle, nada menos que el Francés Más Importante De Todos Los Tiempos según un espacio televisivo emitido recientemente (a veces, las chorradas con que alguna gente pierde el tiempo y el dinero le dejan a uno estupefacto. Qué incomprensible ansia de crear competiciones, ránkings y jerarquías donde no las ha de haber. Ya puestos, ¿por qué no buscamos la Hortaliza Más Importante De Todos Los Tiempos? Yo propongo el calabacín). Volviendo a la historia que nos ocupa, íbamos diciendo que el Más Excelso Prócer Que En Francia Vieron Los Siglos firmó entonces un decreto dando carta de naturaleza a las Casas de la Cultura, todo ello acompañado del pertinente desarrollo legislativo y la dotación presupuestaria que marcaba la ley; por supuesto, las Casas de la Cultura no iban a brotar donde Dios les diera a entender, sino que habían de distribuirse con arreglo a la estructura administrativa del Estado francés de entonces.

Partiendo del relato anterior y viajando a la cara oculta de la Luna encontramos la cultura subterránea, que es la que no pide permiso al Francés Más Importante De Todos Los Tiempos para existir, sino que prefiere buscar la Hortaliza Más Importante de Todos Los Tiempos, o el Tetrabrik Usado Más Importante de Todos Los Tiempos, o simplemente tocar un solo de clarinete como lo hacía el prematuramente difunto Eric Dolphy , gigante del free jazz, más o menos por la época en que se iban erigiendo los imponentes edificios destinados a albergar esas míticas Casas de la Cultura que sólo un Estado con mayúsculas como el presidido por De Gaulle podía permitirse.

Vamos entonces a comenzar por lo más evidente. Por ahí cerca de tu casa se oye música, y no es enlatada, ni se trata de una banda de Semana Santa. A lo mejor en el piso de abajo alguien anda escribiendo textos no encargados previamente..Puede que no tenga ninguna relación con nada de lo escrito hasta ahora por nadie... Cerca de tu domicilio se sigue oyendo música, y en principio puedes pensar que te molesta, pero notas que te empieza a hacer gracia a medida que tu casa va dejando de ser para ti un castillo... Lo próximo es la zona norte del Casco Antiguo.

(Lo prometido es deuda: la imagen mostrada, para nosotros impactante aunque ya estamos en cierto modo curtidos, corresponde a la obra "La web es inodora", realizada mediante la innovadora técnica que renunciando por una vez a andarnos con rodeos bautizaremos como ESCANEADO DE ZAPATO y presentada al Concurso de Escaneados de artesonado.com por alguien que se hace llamar Gordon von Wirma, que asimismo sometió al jurado del insólito certamen la obra "Pokemon en bloque de hielo", materializada por supuesto gracias a la misma técnica. Ninguna de las dos fue distinguida por el jurado, pero es que otro individuo que quiere que lo conozcan en Internet por el nombre de Xabie se escaneó su propia lengua y sólo obtuvo el segundo premio. En todo caso, nuestra modesta opinión es que iniciativas como ésta son las que dotan al arte contemporáneo de la vitalidad que necesita y le suministran las herramientas necesarias para moverse de acuerdo con las siempre dinámicas coordenadas de un universo de redes cambiantes en lo cultural y en lo sociopolítico, tan cambiantes que un día alguien se dará cuenta por fin de que la "mierda de artista" de Piero Manzoni es en primer lugar mierda, en segundo lugar es de Piero Manzoni y en tercer Y ÚLTIMO lugar es "de artista". Por cierto, prometo que la Mierda de Artista (Merda d' Artista) del malhadado Manzoni será analizada con más detalle en próximos artículos, pues es en verdad una gran obra).



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