Y sin embargo se mueve. Han sido muchos años vendiendo parcelas turísticas en el espacio entre el Guadalquivir y el Guadaira so pretexto de que allí podía hallarse una reserva india o urbanización marbellí para gentes con chaqueta cruzada que creen tirar monedas al populacho desde todoterrenos con cristales tintados, porque creen en la existencia del populacho y en el charlestón y en la exposición del veintinueve y en los jornaleros obligados a comer República y en el latifundio y en la fiesta de los toros; sin embargo, contaminan como en el siglo veintiuno, o aún mejor, como en los años setenta, edad de oro de la polución y la construcción de autopistas urbanas con pasos elevados. Pero son 1.427.060 habitantes de tendencia política generalmente considerada como progresista si miramos estadísticas y comparamos con la media del entorno, es decir, que no cuela la fantasía elitista de una Marbella de río caracterizada por lo bien que bailan los caballos andaluces y lo caros que cuestan los souvenirs en tiendas para jeques árabes y magnates alemanes de la comercialización de enanitos de jardín. No, nada de eso; dejemos a los turistas que consuman la ciudad-programa de cotilleo-edén decimonónico con código de barras que han contratado (un poco triste en mi opinión, pero para gustos se hicieron colores y dicen que estamos en una democracia y esas cosas) y vayamos a explorar el sitio donde los 1.427.060 individuos arriba mencionados residen realmente, donde yo escribo estas líneas ahora mismo con una sintaxis que no sé si será muy popular en estos tiempos de oraciones telegráficas, stop.
(Antes de seguir, pido disculpas anticipadas por las inexactitudes, los errores de calibre más o menos grueso y las meteduras de pezuña en que pueda incurrir a causa de lo fragmentario de mis conocimientos. Tened en cuenta que en este blog no se suele afirmar, sino que es más bien un espacio para la duda, el intercambio de ideas y el planteamiento de hipótesis; si algún lector de "Inmersión en el substrato" [en el caso de que existan tales lectores] encuentra que nuestras descripciones yerran, pues él vivió otra cosa, que nos lo haga saber; eso sí, con amabilidad).
No muy lejos de la Sevilla de los turistas, lo cual es casi una provocación para quienes confunden valor y precio, se encuentra el entrañable laberinto de callejuelas por donde ha de empezar toda exploración contracultural de la ciudad a que nos referimos. La historia cultural subterránea de dicho emplazamiento se remonta seguramente a tiempos inmemoriales; el destino insurrecto del área comprendida entre la Ronda Histórica y más o menos el eje Amor de Dios-
Campana-Encarnación quedó sellado tras el fracaso allá por el siglo XIX de una remodelación de la Alameda de Hércules destinada a convertirla en hogar de próceres y prebostes (de esa remodelación datan la Casa de las Sirenas y otros edificios señoriales de las inmediaciones). Este intento decimonónico de convertir la Alameda en distrito para élites se fue a pique cuando la vecindad se llenó de fábricas y de alojamientos para obreros; lo que entonces era el norte de la ciudad era la zona elegida para la incipiente revolución industrial sevillana, y los potentados querían distinguirse de aquella gente condenada a ser vista siempre como populacho, turba, turbamulta, horda roja o masa. De manera que los privilegiados agarraron sus sombreros, sus corbatas y sus pañuelos saliéndoles del bolsillo de la chaqueta y se fueron al sur de la ciudad a recibir turistas, mientras al laberinto de callejuelas del que hablábamos seguían llegando jornaleros hambrientos y soñadores para quienes vivir era sinónimo de luchar hasta un punto que no estoy seguro de que podamos concebir quienes hoy día disponemos de banda ancha y nevera (a veces) llena. Luchar para pagar el pan, para poder permitirse comer algo que no fuera pan (y legumbres de vez en cuando), para que los hijos no murieran en el parto, para no morir en el parto, para no perder el empleo, para no morir de enfermedades relacionadas con la mala alimentación cuando se perdía el trabajo, para no morir de enfermedades relacionadas con la mala alimentación aun manteniendo el trabajo, para no morir de enfermedades contraídas en el trabajo, para ser curado cuando uno caía enfermo (seguro médico), para no morir de hambre cuando uno no podía seguir trabajando (seguro de incapacidad) o cuando envejecía (seguro de vejez), para no ser desahuciado cuando al casero le viniese en gana... Dadas las circunstancias, soñar con otra vida era imprescindible para seguir vivo; si no se quería esperar hasta después de la muerte, sólo quedaba la política. El sistema político oficial de aquel entonces (1880 y años posteriores) había sido creado por un tal don Antonio Cánovas del Castillo con el propósito expreso de mantener al pueblo (populacho, masa, turba, horda roja) apartado de la toma de decisiones y del establecimiento de prioridades; no se trataba de mejorar la vida de la gente, sino de "mantener la estabilidad institucional", "desarrollar un concepto fuerte de España, que se materialice en una arquitectura constitucional que confiera solidez a la forma de Estado" y esas cosas que tanto se leen todavía en los periódicos y que tienen tanto que ver con cómo nos las arreglamos para llenar nuestro plato y no pelarnos de frío en invierno. De modo que el hambre y la "estabilidad institucional", que en general son malos compañeros, no pudieron coexistir, instalándose en la Alameda, el Pumarejo y alrededores (y asimismo en otros sitios próximos como Triana) una cultura reivindicativa de arrollador empuje articulada sobre demandas de elemental justicia y utopías de conmovedora naturaleza.
Los años diez, veinte y treinta del siglo XX fueron en el norte del Casco Antiguo años de miseria, enfermedad y explotación pero también de unión y solidaridad entre las gentes que sufrían tan indecibles padecimientos. No había resignación; la utopía la había expulsado de aquellas calles. Una huelga sucedía a otra, a pesar de que ese derecho no estaba reconocido y los conflictos laborales solían reprimirse con pocas contemplaciones físicas, por lo que protestar suponía arriesgar el empleo y el pellejo. Las huelgas no eran sólo laborales; también podían ser huelgas de alquileres, en que un determinado colectivo (un barrio entero, por ejemplo) se negaba a pagar a los propietarios de su vivienda si éstos (en su conjunto) no reconocían ciertos derechos o acometían ciertas mejoras.
Según se cuenta, porque creo que existen pocas grabaciones que lo atestigüen, la música que acompañaba a todo este proceso era el flamenco, que entonces no estaba mediatizado en modo alguno por estructuras de marketing y comercialización; no sé si en tiempos de la II República existía en la Península algo parecido a una industria discográfica, pero parece que el género musical mimado a nivel comercial era la copla, quedando el flamenco puro como vehículo para transmitir tradición oral y como música que acompañaba las reuniones sociales de forma espontánea. Debe tenerse en cuenta que entonces no existía el rock and roll, ni el hip-hop, ni el heavy metal ni ninguna de las músicas que hoy se asocian con la contracultura; tampoco era habitual que se dispusiera de reproductor de discos en casa. Parece que el cine y el teatro eran muy populares, y aunque los niveles de analfabetismo eran extraordinariamente elevados y la enseñanza era elitista, falta de medios y contaminada por siglos de oscurantismo religioso, ello no obstaba para que una población ávida de cultura intentara en muchos casos formarse por sus propios medios, a veces con la ayuda de los ateneos y escuelas populares que entonces surgían por doquier. Se puede decir, sin embargo, que el vanguardismo que se podía encontrar entonces era más político y social que cultural, literario o musical; quizá se pueda decir que las corrientes pedagógicas progresistas primaban la enseñanza científico-matemática y la educación en valores, pues se pensaba que para afianzar el pensamiento crítico y racional era menester desterrar primero la retahíla de supersticiones de origen eclesiástico que nublaba desde tiempos remotísimos el pensar de las gentes no escolarizadas de la zona (y a veces de las escolarizadas también, pero por lo menos éstas habían disfrutado de mayores posibilidades de elección).
El asesino Queipo de Llano, aún enterrado en la basílica de la Macarena para consternación de todo antifascista que sepa de su ejecutoria (de sus ejecuciones), cortó de raíz todos estos avances. No voy a dedicar muchas letras a condenar la inconcebible brutalidad y execrable crueldad de una represión que pretendió borrar del mapa todo lo que hubiera tenido relación no ya con ideas revolucionarias, sino con reivindicaciones de derechos que hoy damos por garantizados; me limitaré a hacerme eco de que no sólo la izquierda fue exterminada, sino que los izquierdistas fueron exterminados, llegándose a demoler edificios por el solo hecho de que allí solían reunirse revolucionarios y sindicalistas. Tan implacable aniquilación de las ideas contrarias llevó más tarde, como no podía ser de otra forma, a una cierta despolitización de la contracultura frente a la hiperpolitización de antes de la guerra. Pero eso ocurriría décadas más tarde; de momento vendría la posguerra, el miedo y la resignación, otra vez la resignación.
Duró bastante, pero no podía durar para siempre (no hay mal que cien años dure). El hambre no se había ido y muchas actividades antes toleradas habían sido prohibidas, por lo que la gente seguía teniendo bastantes razones para quejarse, o para evadirse mentalmente si, como era el caso, no se les permitía la queja. Así las cosas, estaba claro que las realidades no oficiales iban a penetrar, por muy pequeña que fuera la rendija. Irónicamente, fue a través del estamento militar y de la primera potencia mundial como llegó en ese sentido aire fresco al lugar; con toda la libertad que faltaba entonces en Estados Unidos (no hacía muchos años que a Bertrand Russell se le había prohibido enseñar en una universidad de aquel país, por ateo y corruptor de la juventud), la verdad es que aquí faltaba bastante más (cuando a Bertrand Russell se le prohibió enseñar en una universidad de Estados Unidos, declaró que la situación le recordaba a "la España de Franco"). Es bastante conocida la historia de cómo a través de las bases de Rota y Morón ciertas personas residentes en Sevilla tuvieron contacto con los ritmos en aquel entonces considerados salaces e indecentes que hacían furor entre la juventud de Estados Unidos y gran parte de Europa (aquí los cines cerraban todavía en Semana Santa por mor de la exigencia eclesial de recogimiento). En tiempo reciente he oído historias de cómo penetra la cultura occidental en lugares como Irán y Afganistán, donde la música ha llegado a estar totalmente prohibida, y he encontrado cierto paralelismo con estos recovecos de la historia de España; en la actualidad, los cantantes pop más vacuos y sintéticos de las cercanías de Hollywood pueden ser verdaderos iconos revolucionarios en ciertos países sin abandonar por ello su insípida identidad de marca comercial (miento: no son insípidos, son tan indigestos como sus patrocinadores). Elvis Presley ejercía quizá el mismo papel hace unos cuantos años, cuando los mosenes y las beatas se escandalizaban y se hacían cruces a cuenta de ese movimiento pélvico.
No obstante, lo que entró de tan insospechada y castrense manera no fue sólo la música de la América profunda ni los bailes de los repeinados y competitivos estudiantes que cada cierto tiempo vuelven a torturarnos a través de películas tipo "Grease" (aunque ese cliché también tiene su reverso, del que algún día hablaremos si nos da tiempo). Cuando tuvo que entrar la psicodelia, también entró. Mientras que en Madrid o Burgos se conocía a los Beatles y a pocas formaciones más, las discotecas de ciertos lugares de Andalucía obsequiaban a sus parroquianos con sonidos que las timoratas editoras musicales del momento no se atrevían a publicar oficialmente aquí. Se dice que el peculiar modo de circulación de las grabaciones sonoras favoreció una cultura subterránea única en el país por su carácter inequívocamente callejero y popular, ya que en Barcelona y Madrid quienes disfrutaban de acceso al rock eran gente más adinerada (en general, la diferencia de riqueza entre estas capitales y la ciudad de la que hablamos ha sido siempre bastante palpable, y se puede comparar con la que existe entre la clase media y la media baja. Seguirá siendo así mientras haya medios de comunicación de masas y Andalucía, Galicia o Extremadura no aparezcan nunca en ellos como no sea en la crónica de sucesos o en la de eventos folklóricos). Debido a este cúmulo de circunstancias y a otras razones que nos harían el artículo demasiado largo si no lo es ya, fue entonces que en Sevilla se asentó una cosmovisión contracultural más bien hippy, que aún subsiste y está ahí para todo el que quiera ver el bosque más allá de los árboles cofrades.
¿Y el resto de las formas creativas existentes? ¿Qué había sido de la literatura, el arte contemporáneo, la fotografía, el cine, el teatro y la creación vinculada a lo político-social? Pues miren ustedes, de eso la verdad es que no se recuerda mucho. Tengo para mí que a ello se dedicaban sobre todo universitarios, que amaban el cine sobre todas las cosas (Godard, Eisenstein, los recientemente fallecidos Bergman y Antonioni, el cine checoslovaco), y que poco o nada se supo por estos lares de los Provos holandeses o del movimiento Fluxus. La década de los setenta fue otra historia totalmente distinta, pero en 1969 todavía quedaban seis años de dictadura fascista sin divorcio ni anticonceptivos ni sexo antes del matrimonio ni derecho a la huelga.
Entretanto, el lugar donde comenzamos este artículo, la zona norte del Casco Antiguo sevillano, iba siendo condenado al derribo de todos sus edificios y su sustitución por deprimentes representaciones de la arquitectura de masas de la época (los edificios construidos entre 1950 y 1980 están hasta en la sopa y nos hacen llorar lágrimas de amianto; es difícil pensar en una tendencia arquitectónica que haya resistido peor el paso del tiempo). Existió sobre el papel un increíble plan de remodelación, cuyos culpables habían previsto que fuera perpetrado más o menos en 1979, que propugnaba la eliminación de casi todos los inmuebles antiguos que rodean la Alameda de Hércules, los cuales serían sustituidos por bloques de viviendas de nueva construcción con cinco plantas sobre rasante. La Alameda se iría al garete merced al asfaltado de seis carriles para vehículos automóviles, tres por sentido, y bajo la misma se horadaría un imponente aparcamiento subterráneo (¡de cinco niveles!) contiguo a una de las estaciones del primer proyecto de metro de Sevilla. Tamaño desastre urbanístico, que de haber sido cometido hubiera transformado la Alameda en una ficción tan legendaria como el castillo del rey Arturo, fue evitado in extremis por la llegada al poder en el mismo año 1979 de ayuntamientos salidos de las correspondientes elecciones (el despropósito había sido aprobado dos años antes por un pleno municipal compuesto por concejales elegidos según las normas vigentes bajo Franco, es decir, designados vaya usted a saber cómo). Lo cierto es que mucho tiene que mentir y manipular un partido político para poder ganar una votación popular llevando en su programa tan nauseabundo desmán especulativo, casi equivalente a derribar la catedral para construir encima un supermercado dedicado a vender exclusivamente merchandising de la liga de fútbol.
Este apocalipsis, cuyo advenimiento fue impedido en el último minuto por la oposición ciudadana, venía siendo planificado desde décadas antes, pues el sector Alameda-Pumarejo se iba cayendo a pedazos ante la pasividad de todos los que podían intervenir y no lo hacían porque esperaban el momento justo para trocar el carácter proletario de la zona en lucrativo perfume pequeñoburgués anunciado en TV. Las fábricas ya no estaban allí, pues en general convenía situarlas más allá de Despeñaperros; las pocas que abrieron en Sevilla lo hicieron en polígonos industriales con nombres tan propios de un polígono industrial como Carretera Amarilla, Store y Calonge, que aún hoy son lugares desapacibles donde se anima a instalar salas de conciertos porque no hay vecinos. ¿Y dónde estaban los vecinos? Fueron realojados, muchas veces a la fuerza, en bloques de viviendas tan anodinos como esas fábricas, separados en barrios distintos de un extrarradio inmenso para las dimensiones que los más viejos del municipio estaban acostumbrados a manejar. Sería allí, en esa ciudad que ya no podía ser un pueblo, donde décadas más tarde arraigaría el hip-hop sevillano, versión local de la que se considera la subcultura urbana por excelencia. Pero eso también es otra historia.
CONTINUARÁ...
martes, 31 de julio de 2007
¿Cómo os atrevéis a llamar no-lugar a estas calles donde tantas utopías se han imaginado? Capítulo I. Introducción y antecedentes más o menos remotos
Publicado por Iván Roselló en 4:45 0 comentarios
Etiquetas: Casas de la contracultura, Sevilla: la ciudad con dos partes dos partes bien diferentes una la de los turistas y otra donde vive la gente
martes, 24 de julio de 2007
¿Acaso las tribus urbanas no son un intento de gregarizar lo ingregarizable? (y que me perdone quien sea alérgico a la invención de palabras).
Resulta que tenemos en un principio a unos individuos que dentro o fuera de una subcultura se manifiestan como personas libres y autónomas, sin perjuicio de sus posibilidades de asociación cooperativa, y cuando nos queremos dar cuenta los vemos transformados en punks, mods, rockers (muy populares en Sevilla a finales de los 80), jevis (o heavies), jipis (o hippies), frikis (o freakies, aunque en inglés del de verdad se dice geek), roleros, clubbers, ravers, B-boys, otakus, góticos (partidarios de Bauhaus, de The Cure, de Nine Inch Nails o incluso de Chimo Bayo, y no es broma), indies de diversos tipos, seguidores del viejo metal, del nuevo metal, del metal gótico, del trash metal, del metal alemán y hasta de los Guns´n´Roses. A veces, el proceso simultáneo de subdivisión y etiquetado llega a extremos tan enloquecidos que presenciamos con estupor la aparición de grupos que en principio parecen una contradicción en sí mismos: así, nos damos de bruces con los punks nazis, o con los rockeros cristianos de Estados Unidos, tendencias nacidas de contextos en que el punk y el rock and roll no representan exactamente lo mismo que aquí.
Pero, ¿a qué viene esta frenética necesidad de clasificación? Cuando un grupo saque un disco, ¿tendrá que llevar nombre en latín, como las plantas? Porque así la contracultura se asemeja más al reino vegetal que a otra cosa, la verdad...
A esta plétora de grupos subculturales brotados de forma con frecuencia nada espontánea se le suele llamar en español "tribus urbanas"; no deja de ser curioso que la lengua inglesa carezca de una expresión similar. Y es que no parece que estas dos palabras se hayan escogido de manera inocente; el vocablo "tribu" connota una lealtad perruna al grupo, erigido en sustituto de la humanidad en su conjunto y en pantalla a través de la cual se filtra el contacto con agentes exógenos, si es que dicho contacto existe. En ese sentido, se les estaría acusando de formar sus propias sociedades cerradas. ¿Es eso así? Aunque hay personas que se etiquetan a sí mismas con un énfasis que va mucho más allá de la necesidad de definirse, por lo general las tribus urbanas son clasificadas desde fuera, usando a veces criterios más relacionados con la maximización de las ventas de periódicos que con cualquier otra consideración, así como con lugares comunes que a fuerza de repetirse se acaban imponiendo. Por supuesto, en opinión de estos simplificadores con altavoz las tribus urbanas se caracterizan sobre todo por su forma de vestir, y no por su forma de pensar; la misma forma de vestir es presentada ora de modo folklórico y caricaturesco, ora pasada por el tamiz de las últimas tendencias de la moda milanesa y vendida a un precio que puede hacer estallar cerebros sólo con verlo en la etiqueta. Y es que la indumentaria es más fácil de vender que la ideología, y tiene más futuro en el mercado publicitario; una imagen vale más que mil palabras, una imagen crea más valor para el accionista que mil palabras. Por si esto fuera poco, el producto-tribu urbana es presentado con mentalidad de parque temático: la verdadera escena ha de ser emplazada forzosamente en Estados Unidos o el Reino Unido, a nivel mundial, y en Madrid o Barcelona, a nivel peninsular, salvo cuando se trate de movimientos enraizados en tradiciones locales, que en ese caso han de circunscribirse al lugar de su nacimiento y ser retratados como propios de aborígenes que aún creen en el trueno como dios vengador. Sólo teniendo esto en cuenta se pueden entender siguientes fenómenos en apariencia paranormales:
ADVERTENCIA: Lo que sigue es extremadamente opinable (lo que antecede también; lo que sigue, sin embargo, es más opinable). No se soliviante nadie por atribuirnos intención de poner a caer de un jumento sus gustos musicales; en verdad yerra quien tal cosa estime, pues a partir de ahora vamos a hablar de creación de modas y tendencias, así como de estrategias para agrupar a un público que quizá de otro modo quedaría disperso.
1. ¿Quién define el punk? En posteriores artículos se tratará esta forma de contracultura tan interesante; aquí nos limitaremos a hacer constar nuestro asombro ante los intentos de delimitar el punk perpetrados por algunos avispados críticos musicales y sociólogos que hacen el trabajo de campo en el despacho. Por algún motivo, The Clash es un grupo generalmente considerado punk; por algún otro motivo un poco más arcano, Rage Against the Machine, grupo intercambiable con los anteriores respecto a la ideología y el contenido verbal pero con un sonido que se suele asociar a la década de los noventa, no tienen NADA que ver con el punk. La razón de todo esto la empezamos a barruntar cuando comprobamos que punk parece ser todo aquel individuo no encuadrable en otro movimiento que se atreva a pisar las calles luciendo un peinado aunque sea ligeramente reminiscente del exhibido por los sujetos que posaban para las fotos interiores de la casete recopilatoria "Punk en Miranda de Ebro, 1983-85", si es que tales fotos existían, que en aquel entonces, sin cámaras digitales ni Bluetooth ni leches, revelar una instantánea debía de costar ambos órganos renales.
2. En los últimos tiempos, el reggae se ha convertido en la música obligatoria de la cultura punk, más aún que los propios sonidos punkis de toda la vida. Otrora, escuchar música jamaicana era una más entre las opciones complementarias con que alguien que se autodefiniera como punk podía llenar su tiempo; hoy día, en cambio, es una característica. Aunque no es difícil averiguar que la íntima relación entre la subcultura punk y el underground jamaicano se remonta a la confluencia de ambos movimientos en el Reino Unido allá por los tiempos en que aquí triunfaba Camilo Sesto (y eso es algo que hay que reconocerle a la subcultura punk, que nació como antirracista en un panorama de comunidades separadas en función de la procedencia de sus miembros), no deja de tener su aquel que los punks más connotados como tales sólo tengan oídos para un estilo de "música combativa nacida en el Tercer Mundo"; el resto de los sonidos de origen extraprimermundista se asocian normalmente con los hippies, en un primer momento aborrecidos por los punks bajo la acusación de ser en el fondo unos pijos. ¿Que todo esto tiene bastante poca lógica? Sí, a mí también me lo parece. ¿Que la gente en general y los punks en particular son más inteligentes que todo eso? Bueno, depende de cada caso, pero yo creo que sí. ¿Que si todo el mundo está de acuerdo en que el punk nació en Jamaica para qué me voy a meter en camisa de once varas diciendo que no veo yo dónde está la conexión? Pues seguramente ése el pensamiento que explica todo este galimatías, y es una pena, porque la subcultura punk siempre se ha caracterizado por su furioso antigregarismo.
3. Harto curiosa es también la relación de los rastafaris con el emperador Haile Selassie de Etiopía, considerado Dios en la Tierra sólo por ser el único gobernante africano que mantenía el poder en la época del colonialismo explícito. Una visión más prosaica del personaje conllevaría el reconocimiento de que al parecer no supo o no pudo llevar a cabo las reformas que Etiopía necesitaba, ni se enemistó demasiado con lo que los rastafaris llaman "Babylon", ni tampoco hizo nada para detener las hambrunas de 1973; todo eso, sin embargo, no tiene nada que ver con una isla del Caribe.
4. Lo que en el extranjero llaman "world music" y aquí llamamos "música étnica" es un fenómeno para estudiarlo detenidamente en cuanto saco sin fondo donde yuxtaponer con pocos escrúpulos sonidos cuya única ligazón puede ser la de no proceder de Estados Unidos, Europa Occidental o Japón, o inspirarse en algún estilo musical no académico de aparición anterior a 1960. Un famoso grupo alemán de tecno primigenio lo puso de manifiesto en unas memorables declaraciones en las que sostenían que lo que ellos manufacturaban era música étnica de la cuenca del Ruhr, o algo así; por una vez tenían razón, pues los habitantes de Renania del Norte-Westfalia tienen el mismo derecho que los brasileños o los costarricenses a poner música a su paisaje cotidiano como crean conveniente. De hecho, con el tiempo ha acabado apareciendo un tipo de sonido que ha sido adjetivado como industrial, utilizado con frecuencia para retratar la angustia provocada por la implacable asepsia de la sociedad del espectáculo; gracias a esto se ha conseguido por fin llenar el hueco que habían dejado los letristas de mambo y bossa nova al no introducir estos temas en sus canciones con demasiada frecuencia.
5. Por supuesto, si un grupo turco o peruano toca música rock, no será rock: será música "étnica", o música "étnica" con ciertas influencias del rock, o rock con ciertas influencias "étnicas", y el tratamiento mercadotécnico que reciban no será el mismo que si fuesen originarios de Amsterdam. Igual resulta que los músicos en cuestión aborrecen el folklore de su lugar de origen, algo que es habitual en ciertas condiciones de saturación y/o limitación de alternativas disponibles; ese detalle le interesará a muy poca gente. Curiosamente, nadie piensa que todo grupo procedente de Glasgow haya sido influido por los sonidos de la gaita escocesa aunque no lo quiera admitir; tras este tipo de detalles encontramos la mentalidad neocolonial (o colonial a secas) de quien considera "indígenas" a los nacidos en países que están por debajo del suyo en renta per cápita. Hay que estar siempre vigilantes; el fascismo se esconde por doquier...
5. La invención de la etiqueta "indie" y del "rock alternativo". Habla por sí misma la idea de unir bajo el mismo concepto a Nirvana y a Fangoria, o a Radiohead y los Beach Boys, o a Tortoise y el llamado tontipop (sí, hay quien dice que estas combinaciones de grupos y estilos tienen el mismo público). Algún eximio estratega de márketing decidió un día crear una tribu urbana que le sirviese para vender en pack dos por uno músicas por lo demás tan incompatibles entre sí como las serpientes de cascabel y las nieves perpetuas, y pensó que así el mundo sería más feliz. Y es cierto, el mundo es más feliz, en el sentido de Aldous Huxley. Y el que esto suscribe, ay, se pierde todos los días sublimes obras de arte, de ésas que llevan dentro las preguntas que uno no se ha hecho nunca, por haberle sido presentadas junto a naderías de pensamiento débil por carencia total del mismo, cometidas por niños de papá a quienes uno se imagina yendo en descapotable a la playa para allí susurrar lánguidamente durante horas; son esos ambientes donde el tonto no es tonto, sino que es naif.
6. Frank T, conocido participante en la escena hip-hop española, se refería al grupo Accidents Polipoètics, pioneros de la polipoesía (y tan pioneros, como que prácticamente la inventaron ellos; ampliaremos detalles de estos singulares conceptos en entradas posteriores), en los siguientes términos: "Son los mejores, mis ídolos, creo que algún día haré lo mismo que hacen ellos, es total; sus frases son dignas del mejor MC, por eso utilicé y seguiré utilizando frases de ellos (con su permiso claro).". Es dudoso que buena parte del público de dicha escena se adhiera a estas palabras, pues los Accidents Polipoètics son señores de mediana edad que salen al escenario vestidos de señores de mediana edad, con barba y gafas y atriles donde colocar sus letras, sin sudaderas ni capuchas ni referencias frecuentes al hecho de portar el micrófono en el preciso instante en que se actúa. En cambio, dos MCs cuyas formas de pensar y transmitir se parezcan como un huevo a una locomotora diésel serán clasificados bajo el mismo epígrafe por el solo hecho de llamarse a sí mismos MCs.
7. En Estados Unidos, el heavy metal parece nacer del country; no faltan las banderas sureñas, la pertenencia a la Asociación Nacional del Rifle y una adhesión a ideas políticas derechistas que allí son típicas de áreas rurales debido al uso de unas definiciones de progresismo y conservadurismo bastante diferentes a las habitualmente manejadas por estos pagos (en EE UU, la oposición izquierda/derecha parece tener más que ver con la tolerancia, la libertad de costumbres y el laicismo que con la justicia social y la redistribución de la riqueza, conceptos arrancados de la conciencia colectiva local mediante una eficaz amalgama de sutiles métodos de persuasión de masas y nada sutiles métodos de represión de minorías) . En Europa, en cambio, el heavy metal parece encontrarse en un punto medio entre la subcultura hippy y la gótica (más proletaria y menos colorista que la primera, más comunitaria y alegre que la segunda, hablando en términos muy generales y sin despreciar nada); en el lugar donde esto se escribe, este estilo musical ha vivido un desarrollo sociológico muy particular, al derivar del llamado "rock urbano", que en tiempos vehiculó el principal movimiento contracultural de España. Este "rock urbano" era sobre todo música de trabajadores, venida directamente de los barrios que en aquel entonces sufrían la aluminosis y el aceite de colza; aunque la política no estuviese entre sus principales focos de interés, llegada la hora de definirse no cabían dudas: "Me educo con El Papus, no con el ABC", decían los Leño en memorable frase lapidaria. Ahora léase otra vez lo que hemos escrito al principio de este párrafo sobre el heavy metal en Estados Unidos, y determínese si estamos hablando de la misma tribu urbana.
8. El rock progresivo, el dadaísmo, el situacionismo y el teatro del absurdo nunca han generado sus correspondientes tribus urbanas. El jazz probablemente sí, pero en la actualidad brilla por su inexistencia (o quizá no sea lo que se entiende en la actualidad por tribu urbana). En su momento, el krautrock pudo haber originado el nacimiento de alguna tribu urbana fuera de Alemania, pero no lo hizo; hubiera sido bastante estúpido, ya que no era más que una etiqueta que los periodistas musicales anglosajones plantificaron encima de todos los grupos de rock progresivo que llegaban de Alemania Occidental.
9. A todo esto, el palabro "krautrock" se traduce aproximadamente por "rock verdura"; en una iniciativa imbuida sin duda de una gran perspicacia y una total ausencia de prejuicios culturales, ciertos periodistas británicos acuñaron el vocablo a partir del concepto de "sauerkraut" (en español, chucrut), pensando quizá que así disuadían a los alemanes occidentales todos (en aquella época, más de 55 millones) de agarrar las guitarras y los bajos y ponerse a componer tonadillas rockeras. Afortunadamente no lo consiguieron, pero debemos estar advertidos de que luminarias como aquéllas son las mismas a las que luego les es encomendado definir y etiquetar las tribus urbanas.
9. Sin duda, las manifestaciones culturales procedentes de Japón han de despertar gran interés en otras sociedades pecuniariamente desarrolladas, pues su relativo aislamiento geográfico y cultural respecto a otros lugares de economía avanzada ha establecido las condiciones para una reinterpretación de la sociedad occidental muy llamativa para los europeos y estadounidenses, que con frecuencia creen haberse desplazado a otra galaxia cuando pisan ese país tan importante para el mundo del flamenco. Ahora bien, no sabemos si eso es suficiente para explicar el reciente nacimiento de una tribu urbana que se caracteriza por su pasión por todo lo japonés. Repetimos: por su pasión por todo lo japonés. No se rinde culto a algunos aspectos de la cultura japonesa, sino a la totalidad de los mismos, desde el cómic a la gastronomía, desde el calzado al transporte público; los mismos sucesos y hechos culturales son ignorados por esta tribu urbana si ocurren en otros países. Téngase en cuenta que estamos hablando de la fascinación por tierras niponas cuando se experimenta de manera acrítica y en un grado que excede la natural curiosidad derivada de la apertura mental a otras formas de ver la vida.
10. Anteriormente se ha constatado que Japón y Jamaica han generado subculturas fuera de sus fronteras; pero ¿por qué precisamente estos dos países? Suecia o Marruecos o la República Checa o Senegal o Noruega o Bosnia o Canadá o Mauritania o Bélgica o Tanzania, por ejemplo (y podía enumerar más países; existen por lo menos 200), no tienen ninguna posibilidad de generar una subcultura que llegue a llamar la atención de masas de jóvenes sin relación familiar con el país en cuestión. ¿Acaso son culturalmente más pobres que Japón y Jamaica? De ninguna de las maneras. Es sólo que las creaciones en esos lugares pergeñadas son más difíciles de vender en el mundo anglosajón.
Y podría seguir, pero creo que con esto ya es más que suficiente. Habrá quien crea que con los tres primeros puntos ya era más que suficiente, pero una de las razones de ser de este blog es la investigación y la reflexión sobre formas de cultura alternativas a la oficial; a veces la fundamentación puede ser prolija, lo que es grave cuando además es falsa, pero pienso que en todo caso es mejor ser exhaustivo que simplemente depositar las propias opiniones sin molestarse en justificarlas. Por si no ha quedado claro, mi postura sobre el asunto es que el concepto de tribu urbana corresponde más a una construcción social de la realidad que a un examen objetivo de los contextos subculturales; por ello he optado por intentar desnudar mediante contraejemplos las falsedades intrínsecas a tan manipulada noción. Es probable que el origen de todo esto hayamos de buscarlo en simplificaciones periodísticas de trazo grueso del tipo la-juventud-explicada-a-los-mayores-de-sesenta-años y su variante por-qué-usted-señora-debe-agarrar-su-bolso-bien-fuerte-
cuando-vea-un-punki-
por-la-calle-no-se-lo-vayan-a-robar-
por-el-procedimiento-del-tirón, por no hablar del siempre popular esos-jóvenes-que-cada-día-hablan-peor-
y-van-con-muy-malas-pintas-
y-se-reúnen-por-la-noche-en-unos-sitios-muy-raros. Sea como fuere, quedan planteadas estas dos preguntas: en primer lugar, ¿existen realmente las tribus urbanas? En segundo lugar, ¿viene bien que existan? Si es así, ¿a quién? Hala, reflexionen ustedes.
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Pero, ¿a qué viene esta frenética necesidad de clasificación? Cuando un grupo saque un disco, ¿tendrá que llevar nombre en latín, como las plantas? Porque así la contracultura se asemeja más al reino vegetal que a otra cosa, la verdad...
A esta plétora de grupos subculturales brotados de forma con frecuencia nada espontánea se le suele llamar en español "tribus urbanas"; no deja de ser curioso que la lengua inglesa carezca de una expresión similar. Y es que no parece que estas dos palabras se hayan escogido de manera inocente; el vocablo "tribu" connota una lealtad perruna al grupo, erigido en sustituto de la humanidad en su conjunto y en pantalla a través de la cual se filtra el contacto con agentes exógenos, si es que dicho contacto existe. En ese sentido, se les estaría acusando de formar sus propias sociedades cerradas. ¿Es eso así? Aunque hay personas que se etiquetan a sí mismas con un énfasis que va mucho más allá de la necesidad de definirse, por lo general las tribus urbanas son clasificadas desde fuera, usando a veces criterios más relacionados con la maximización de las ventas de periódicos que con cualquier otra consideración, así como con lugares comunes que a fuerza de repetirse se acaban imponiendo. Por supuesto, en opinión de estos simplificadores con altavoz las tribus urbanas se caracterizan sobre todo por su forma de vestir, y no por su forma de pensar; la misma forma de vestir es presentada ora de modo folklórico y caricaturesco, ora pasada por el tamiz de las últimas tendencias de la moda milanesa y vendida a un precio que puede hacer estallar cerebros sólo con verlo en la etiqueta. Y es que la indumentaria es más fácil de vender que la ideología, y tiene más futuro en el mercado publicitario; una imagen vale más que mil palabras, una imagen crea más valor para el accionista que mil palabras. Por si esto fuera poco, el producto-tribu urbana es presentado con mentalidad de parque temático: la verdadera escena ha de ser emplazada forzosamente en Estados Unidos o el Reino Unido, a nivel mundial, y en Madrid o Barcelona, a nivel peninsular, salvo cuando se trate de movimientos enraizados en tradiciones locales, que en ese caso han de circunscribirse al lugar de su nacimiento y ser retratados como propios de aborígenes que aún creen en el trueno como dios vengador. Sólo teniendo esto en cuenta se pueden entender siguientes fenómenos en apariencia paranormales:
ADVERTENCIA: Lo que sigue es extremadamente opinable (lo que antecede también; lo que sigue, sin embargo, es más opinable). No se soliviante nadie por atribuirnos intención de poner a caer de un jumento sus gustos musicales; en verdad yerra quien tal cosa estime, pues a partir de ahora vamos a hablar de creación de modas y tendencias, así como de estrategias para agrupar a un público que quizá de otro modo quedaría disperso.
1. ¿Quién define el punk? En posteriores artículos se tratará esta forma de contracultura tan interesante; aquí nos limitaremos a hacer constar nuestro asombro ante los intentos de delimitar el punk perpetrados por algunos avispados críticos musicales y sociólogos que hacen el trabajo de campo en el despacho. Por algún motivo, The Clash es un grupo generalmente considerado punk; por algún otro motivo un poco más arcano, Rage Against the Machine, grupo intercambiable con los anteriores respecto a la ideología y el contenido verbal pero con un sonido que se suele asociar a la década de los noventa, no tienen NADA que ver con el punk. La razón de todo esto la empezamos a barruntar cuando comprobamos que punk parece ser todo aquel individuo no encuadrable en otro movimiento que se atreva a pisar las calles luciendo un peinado aunque sea ligeramente reminiscente del exhibido por los sujetos que posaban para las fotos interiores de la casete recopilatoria "Punk en Miranda de Ebro, 1983-85", si es que tales fotos existían, que en aquel entonces, sin cámaras digitales ni Bluetooth ni leches, revelar una instantánea debía de costar ambos órganos renales.
2. En los últimos tiempos, el reggae se ha convertido en la música obligatoria de la cultura punk, más aún que los propios sonidos punkis de toda la vida. Otrora, escuchar música jamaicana era una más entre las opciones complementarias con que alguien que se autodefiniera como punk podía llenar su tiempo; hoy día, en cambio, es una característica. Aunque no es difícil averiguar que la íntima relación entre la subcultura punk y el underground jamaicano se remonta a la confluencia de ambos movimientos en el Reino Unido allá por los tiempos en que aquí triunfaba Camilo Sesto (y eso es algo que hay que reconocerle a la subcultura punk, que nació como antirracista en un panorama de comunidades separadas en función de la procedencia de sus miembros), no deja de tener su aquel que los punks más connotados como tales sólo tengan oídos para un estilo de "música combativa nacida en el Tercer Mundo"; el resto de los sonidos de origen extraprimermundista se asocian normalmente con los hippies, en un primer momento aborrecidos por los punks bajo la acusación de ser en el fondo unos pijos. ¿Que todo esto tiene bastante poca lógica? Sí, a mí también me lo parece. ¿Que la gente en general y los punks en particular son más inteligentes que todo eso? Bueno, depende de cada caso, pero yo creo que sí. ¿Que si todo el mundo está de acuerdo en que el punk nació en Jamaica para qué me voy a meter en camisa de once varas diciendo que no veo yo dónde está la conexión? Pues seguramente ése el pensamiento que explica todo este galimatías, y es una pena, porque la subcultura punk siempre se ha caracterizado por su furioso antigregarismo.
3. Harto curiosa es también la relación de los rastafaris con el emperador Haile Selassie de Etiopía, considerado Dios en la Tierra sólo por ser el único gobernante africano que mantenía el poder en la época del colonialismo explícito. Una visión más prosaica del personaje conllevaría el reconocimiento de que al parecer no supo o no pudo llevar a cabo las reformas que Etiopía necesitaba, ni se enemistó demasiado con lo que los rastafaris llaman "Babylon", ni tampoco hizo nada para detener las hambrunas de 1973; todo eso, sin embargo, no tiene nada que ver con una isla del Caribe.
4. Lo que en el extranjero llaman "world music" y aquí llamamos "música étnica" es un fenómeno para estudiarlo detenidamente en cuanto saco sin fondo donde yuxtaponer con pocos escrúpulos sonidos cuya única ligazón puede ser la de no proceder de Estados Unidos, Europa Occidental o Japón, o inspirarse en algún estilo musical no académico de aparición anterior a 1960. Un famoso grupo alemán de tecno primigenio lo puso de manifiesto en unas memorables declaraciones en las que sostenían que lo que ellos manufacturaban era música étnica de la cuenca del Ruhr, o algo así; por una vez tenían razón, pues los habitantes de Renania del Norte-Westfalia tienen el mismo derecho que los brasileños o los costarricenses a poner música a su paisaje cotidiano como crean conveniente. De hecho, con el tiempo ha acabado apareciendo un tipo de sonido que ha sido adjetivado como industrial, utilizado con frecuencia para retratar la angustia provocada por la implacable asepsia de la sociedad del espectáculo; gracias a esto se ha conseguido por fin llenar el hueco que habían dejado los letristas de mambo y bossa nova al no introducir estos temas en sus canciones con demasiada frecuencia.
5. Por supuesto, si un grupo turco o peruano toca música rock, no será rock: será música "étnica", o música "étnica" con ciertas influencias del rock, o rock con ciertas influencias "étnicas", y el tratamiento mercadotécnico que reciban no será el mismo que si fuesen originarios de Amsterdam. Igual resulta que los músicos en cuestión aborrecen el folklore de su lugar de origen, algo que es habitual en ciertas condiciones de saturación y/o limitación de alternativas disponibles; ese detalle le interesará a muy poca gente. Curiosamente, nadie piensa que todo grupo procedente de Glasgow haya sido influido por los sonidos de la gaita escocesa aunque no lo quiera admitir; tras este tipo de detalles encontramos la mentalidad neocolonial (o colonial a secas) de quien considera "indígenas" a los nacidos en países que están por debajo del suyo en renta per cápita. Hay que estar siempre vigilantes; el fascismo se esconde por doquier...
5. La invención de la etiqueta "indie" y del "rock alternativo". Habla por sí misma la idea de unir bajo el mismo concepto a Nirvana y a Fangoria, o a Radiohead y los Beach Boys, o a Tortoise y el llamado tontipop (sí, hay quien dice que estas combinaciones de grupos y estilos tienen el mismo público). Algún eximio estratega de márketing decidió un día crear una tribu urbana que le sirviese para vender en pack dos por uno músicas por lo demás tan incompatibles entre sí como las serpientes de cascabel y las nieves perpetuas, y pensó que así el mundo sería más feliz. Y es cierto, el mundo es más feliz, en el sentido de Aldous Huxley. Y el que esto suscribe, ay, se pierde todos los días sublimes obras de arte, de ésas que llevan dentro las preguntas que uno no se ha hecho nunca, por haberle sido presentadas junto a naderías de pensamiento débil por carencia total del mismo, cometidas por niños de papá a quienes uno se imagina yendo en descapotable a la playa para allí susurrar lánguidamente durante horas; son esos ambientes donde el tonto no es tonto, sino que es naif.
6. Frank T, conocido participante en la escena hip-hop española, se refería al grupo Accidents Polipoètics, pioneros de la polipoesía (y tan pioneros, como que prácticamente la inventaron ellos; ampliaremos detalles de estos singulares conceptos en entradas posteriores), en los siguientes términos: "Son los mejores, mis ídolos, creo que algún día haré lo mismo que hacen ellos, es total; sus frases son dignas del mejor MC, por eso utilicé y seguiré utilizando frases de ellos (con su permiso claro).". Es dudoso que buena parte del público de dicha escena se adhiera a estas palabras, pues los Accidents Polipoètics son señores de mediana edad que salen al escenario vestidos de señores de mediana edad, con barba y gafas y atriles donde colocar sus letras, sin sudaderas ni capuchas ni referencias frecuentes al hecho de portar el micrófono en el preciso instante en que se actúa. En cambio, dos MCs cuyas formas de pensar y transmitir se parezcan como un huevo a una locomotora diésel serán clasificados bajo el mismo epígrafe por el solo hecho de llamarse a sí mismos MCs.
7. En Estados Unidos, el heavy metal parece nacer del country; no faltan las banderas sureñas, la pertenencia a la Asociación Nacional del Rifle y una adhesión a ideas políticas derechistas que allí son típicas de áreas rurales debido al uso de unas definiciones de progresismo y conservadurismo bastante diferentes a las habitualmente manejadas por estos pagos (en EE UU, la oposición izquierda/derecha parece tener más que ver con la tolerancia, la libertad de costumbres y el laicismo que con la justicia social y la redistribución de la riqueza, conceptos arrancados de la conciencia colectiva local mediante una eficaz amalgama de sutiles métodos de persuasión de masas y nada sutiles métodos de represión de minorías) . En Europa, en cambio, el heavy metal parece encontrarse en un punto medio entre la subcultura hippy y la gótica (más proletaria y menos colorista que la primera, más comunitaria y alegre que la segunda, hablando en términos muy generales y sin despreciar nada); en el lugar donde esto se escribe, este estilo musical ha vivido un desarrollo sociológico muy particular, al derivar del llamado "rock urbano", que en tiempos vehiculó el principal movimiento contracultural de España. Este "rock urbano" era sobre todo música de trabajadores, venida directamente de los barrios que en aquel entonces sufrían la aluminosis y el aceite de colza; aunque la política no estuviese entre sus principales focos de interés, llegada la hora de definirse no cabían dudas: "Me educo con El Papus, no con el ABC", decían los Leño en memorable frase lapidaria. Ahora léase otra vez lo que hemos escrito al principio de este párrafo sobre el heavy metal en Estados Unidos, y determínese si estamos hablando de la misma tribu urbana.
8. El rock progresivo, el dadaísmo, el situacionismo y el teatro del absurdo nunca han generado sus correspondientes tribus urbanas. El jazz probablemente sí, pero en la actualidad brilla por su inexistencia (o quizá no sea lo que se entiende en la actualidad por tribu urbana). En su momento, el krautrock pudo haber originado el nacimiento de alguna tribu urbana fuera de Alemania, pero no lo hizo; hubiera sido bastante estúpido, ya que no era más que una etiqueta que los periodistas musicales anglosajones plantificaron encima de todos los grupos de rock progresivo que llegaban de Alemania Occidental.
9. A todo esto, el palabro "krautrock" se traduce aproximadamente por "rock verdura"; en una iniciativa imbuida sin duda de una gran perspicacia y una total ausencia de prejuicios culturales, ciertos periodistas británicos acuñaron el vocablo a partir del concepto de "sauerkraut" (en español, chucrut), pensando quizá que así disuadían a los alemanes occidentales todos (en aquella época, más de 55 millones) de agarrar las guitarras y los bajos y ponerse a componer tonadillas rockeras. Afortunadamente no lo consiguieron, pero debemos estar advertidos de que luminarias como aquéllas son las mismas a las que luego les es encomendado definir y etiquetar las tribus urbanas.
9. Sin duda, las manifestaciones culturales procedentes de Japón han de despertar gran interés en otras sociedades pecuniariamente desarrolladas, pues su relativo aislamiento geográfico y cultural respecto a otros lugares de economía avanzada ha establecido las condiciones para una reinterpretación de la sociedad occidental muy llamativa para los europeos y estadounidenses, que con frecuencia creen haberse desplazado a otra galaxia cuando pisan ese país tan importante para el mundo del flamenco. Ahora bien, no sabemos si eso es suficiente para explicar el reciente nacimiento de una tribu urbana que se caracteriza por su pasión por todo lo japonés. Repetimos: por su pasión por todo lo japonés. No se rinde culto a algunos aspectos de la cultura japonesa, sino a la totalidad de los mismos, desde el cómic a la gastronomía, desde el calzado al transporte público; los mismos sucesos y hechos culturales son ignorados por esta tribu urbana si ocurren en otros países. Téngase en cuenta que estamos hablando de la fascinación por tierras niponas cuando se experimenta de manera acrítica y en un grado que excede la natural curiosidad derivada de la apertura mental a otras formas de ver la vida.
10. Anteriormente se ha constatado que Japón y Jamaica han generado subculturas fuera de sus fronteras; pero ¿por qué precisamente estos dos países? Suecia o Marruecos o la República Checa o Senegal o Noruega o Bosnia o Canadá o Mauritania o Bélgica o Tanzania, por ejemplo (y podía enumerar más países; existen por lo menos 200), no tienen ninguna posibilidad de generar una subcultura que llegue a llamar la atención de masas de jóvenes sin relación familiar con el país en cuestión. ¿Acaso son culturalmente más pobres que Japón y Jamaica? De ninguna de las maneras. Es sólo que las creaciones en esos lugares pergeñadas son más difíciles de vender en el mundo anglosajón.
Y podría seguir, pero creo que con esto ya es más que suficiente. Habrá quien crea que con los tres primeros puntos ya era más que suficiente, pero una de las razones de ser de este blog es la investigación y la reflexión sobre formas de cultura alternativas a la oficial; a veces la fundamentación puede ser prolija, lo que es grave cuando además es falsa, pero pienso que en todo caso es mejor ser exhaustivo que simplemente depositar las propias opiniones sin molestarse en justificarlas. Por si no ha quedado claro, mi postura sobre el asunto es que el concepto de tribu urbana corresponde más a una construcción social de la realidad que a un examen objetivo de los contextos subculturales; por ello he optado por intentar desnudar mediante contraejemplos las falsedades intrínsecas a tan manipulada noción. Es probable que el origen de todo esto hayamos de buscarlo en simplificaciones periodísticas de trazo grueso del tipo la-juventud-explicada-a-los-mayores-de-sesenta-años y su variante por-qué-usted-señora-debe-agarrar-su-bolso-bien-fuerte-
cuando-vea-un-punki-
por-la-calle-no-se-lo-vayan-a-robar-
por-el-procedimiento-del-tirón, por no hablar del siempre popular esos-jóvenes-que-cada-día-hablan-peor-
y-van-con-muy-malas-pintas-
y-se-reúnen-por-la-noche-en-unos-sitios-muy-raros. Sea como fuere, quedan planteadas estas dos preguntas: en primer lugar, ¿existen realmente las tribus urbanas? En segundo lugar, ¿viene bien que existan? Si es así, ¿a quién? Hala, reflexionen ustedes.
Publicado por Iván Roselló en 2:24 0 comentarios
viernes, 13 de julio de 2007
¿Y dónde dice usted que se encuentra la contracultura ésa que tanto se oye mentar últimamente?
Pues verá usted; localizar la cultura subterránea va a ser para usted una tarea sencilla como el manual de instrucciones de una patata cruda si previamente se ha esforzado en leer con detenimiento y asimilar como es de recibo los escritos hechos llegar hasta ahora a este blog (lo mismo resulta que lo que es de recibo es no asimilarlos de ninguna manera, pues a lo mejor no tienen ningún interés; nosotros, sin embargo, opinamos que algo de verdad sí que hay en ellos). Si por mor de nuestro estilo poco escueto se ha perdido usted entre tanta palabra de más de diez letras y tanta frase de más de diecinueve palabras, se lo recordamos de mil amores: la contracultura es como Dios para el creyente (monoteísta), porque ambos están en todas partes; para un ateo, en cambio, la contracultura está en todas partes y es lo contrario de Dios, que no está en ninguna.
(Por cierto; todo aquel espíritu curioso que quiera saber de dónde procede la imagen que ilustra este articulillo haría bien en pinchar en el enlace para leerlo entero e irse hasta abajo del todo si no quiere tragarse otro ejemplo de nuestra habitual logorrea).
Se podría objetar que muchos creyentes opinan que la contracultura no está en ninguna parte, pues nadie les ha informado de la existencia de tal cosa, y suerte que han tenido, pues más de uno puede proferir amenazas de muerte (y a lo mejor ya las ha proferido) en conociendo manifestaciones como las emitidas por creadores como Rafael Iglesias, de quien trataremos más por extenso en próximos escritos. Efectivamente, hay por ahí quien cerró su cerebro más o menos hacia 1959 y quedaría gravemente trastornado al salir a la calle hoy día y comprobar cómo los hombres no usan sombrero (será que son todos rojos) y las mujeres van como si fueran suecas (de 1959). Filtrando todo lo que exceda su capacidad de sorpresa es como sobreviven algunos; nadie les dijo que tarde o temprano toparían en su singladura vital con algo que en principio no entenderían. Tras golpearse la cabeza contra un muro, o altar, durante un instante que en todo caso se hizo eterno, la emprendieron a bastonazos con el mecanismo del reloj hasta que consiguieron que se parara, y ahí viven, en un mundo de su invención, sin querer saber de las técnicas que usan ahora los agitadores culturales para construir sueños sobre lo ya existente. Pero el solipsismo tiene las patas muy cortas...
...y la cultura subterránea se alimenta de una pulsión que casi todos hemos sentido alguna vez; en efecto, se nutre de la necesidad individual o colectiva de crear cultura, y prospera en lugares excluidos del cosmos debido a que cualquier estructura basada en la economía es incapaz por definición de absorber manifestaciones culturales que no puedan ser reducidas a la lógica de la venta de televisores con pantalla extraplana. Y es que la cultura no es deslocalizable; de ahí que en este momento iniciemos una sección dedicada a evocar algunos lugares concretos en que efectivamente emerge la cultura subterránea.
Aunque no es nuestra intención prescindir de la óptica descriptiva en acercándonos a estos puntos de encuentro, hay que tener en cuenta que en muchos casos no es de recibo una interpretación unívoca de los mismos, ya que con frecuencia cada cual disfruta de su propio sueño vinculado a este o aquel lugar de creación. No siempre sucede así, pero no será extraño que hablemos de espacios que existen no sólo en el mundo físico, sino también en la imaginación de quienes los conocen y frecuentan, multiplicándose en las ilusiones de sus moradores actuales y de los que están por llegar. Por eso decimos que nosotros no vamos a describir, sino a evocar; divagaremos sin ataduras y a lo mejor nos extraviamos entre los conceptos como siempre nos pasa, pero en ningún caso pontificaremos.
Llamaremos a esta sección LAS CASAS DE LA CONTRACULTURA, pues este nombre plantea antítesis que dan mucho potaje al pensamiento (food for thought, que se dice en inglés; ¿por qué en castellano no disfrutamos de estas expresiones? Bueno, tenemos el "No, si verás tú cómo..." tan citado por Forges en sus viñetas, frase hecha que no sólo anuncia la llegada de una molestia o incordio, sino que suele llevar a los traductores de español a golpearse la cabeza contra un muro. En fin...). Como es sabido, el concepto "casa de la cultura" fue institucionalizado por André Malraux mediante orden ministerial, seguramente trasladada por un motorista uniformado al palacio del Elíseo para que la firmara Charles de Gaulle, nada menos que el Francés Más Importante De Todos Los Tiempos según un espacio televisivo emitido recientemente (a veces, las chorradas con que alguna gente pierde el tiempo y el dinero le dejan a uno estupefacto. Qué incomprensible ansia de crear competiciones, ránkings y jerarquías donde no las ha de haber. Ya puestos, ¿por qué no buscamos la Hortaliza Más Importante De Todos Los Tiempos? Yo propongo el calabacín). Volviendo a la historia que nos ocupa, íbamos diciendo que el Más Excelso Prócer Que En Francia Vieron Los Siglos firmó entonces un decreto dando carta de naturaleza a las Casas de la Cultura, todo ello acompañado del pertinente desarrollo legislativo y la dotación presupuestaria que marcaba la ley; por supuesto, las Casas de la Cultura no iban a brotar donde Dios les diera a entender, sino que habían de distribuirse con arreglo a la estructura administrativa del Estado francés de entonces.
Partiendo del relato anterior y viajando a la cara oculta de la Luna encontramos la cultura subterránea, que es la que no pide permiso al Francés Más Importante De Todos Los Tiempos para existir, sino que prefiere buscar la Hortaliza Más Importante de Todos Los Tiempos, o el Tetrabrik Usado Más Importante de Todos Los Tiempos, o simplemente tocar un solo de clarinete como lo hacía el prematuramente difunto Eric Dolphy , gigante del free jazz, más o menos por la época en que se iban erigiendo los imponentes edificios destinados a albergar esas míticas Casas de la Cultura que sólo un Estado con mayúsculas como el presidido por De Gaulle podía permitirse.
Vamos entonces a comenzar por lo más evidente. Por ahí cerca de tu casa se oye música, y no es enlatada, ni se trata de una banda de Semana Santa. A lo mejor en el piso de abajo alguien anda escribiendo textos no encargados previamente..Puede que no tenga ninguna relación con nada de lo escrito hasta ahora por nadie... Cerca de tu domicilio se sigue oyendo música, y en principio puedes pensar que te molesta, pero notas que te empieza a hacer gracia a medida que tu casa va dejando de ser para ti un castillo... Lo próximo es la zona norte del Casco Antiguo.
(Lo prometido es deuda: la imagen mostrada, para nosotros impactante aunque ya estamos en cierto modo curtidos, corresponde a la obra "La web es inodora", realizada mediante la innovadora técnica que renunciando por una vez a andarnos con rodeos bautizaremos como ESCANEADO DE ZAPATO y presentada al Concurso de Escaneados de artesonado.com por alguien que se hace llamar Gordon von Wirma, que asimismo sometió al jurado del insólito certamen la obra "Pokemon en bloque de hielo", materializada por supuesto gracias a la misma técnica. Ninguna de las dos fue distinguida por el jurado, pero es que otro individuo que quiere que lo conozcan en Internet por el nombre de Xabie se escaneó su propia lengua y sólo obtuvo el segundo premio. En todo caso, nuestra modesta opinión es que iniciativas como ésta son las que dotan al arte contemporáneo de la vitalidad que necesita y le suministran las herramientas necesarias para moverse de acuerdo con las siempre dinámicas coordenadas de un universo de redes cambiantes en lo cultural y en lo sociopolítico, tan cambiantes que un día alguien se dará cuenta por fin de que la "mierda de artista" de Piero Manzoni es en primer lugar mierda, en segundo lugar es de Piero Manzoni y en tercer Y ÚLTIMO lugar es "de artista". Por cierto, prometo que la Mierda de Artista (Merda d' Artista) del malhadado Manzoni será analizada con más detalle en próximos artículos, pues es en verdad una gran obra).
Publicado por Iván Roselló en 20:43 0 comentarios
Etiquetas: Casas de la contracultura, Retórica introductoria más o menos confusa
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