He aquí lo no programado. Lo humilde, lo artesano, lo desprejuiciado, lo crítico, lo juguetón, lo saltarín. Contemplad aquella cultura que empezó sin cobrar entrada. Exponed vuestros cuerpos, mentes, historias y sueños a las infinitas formas culturales crecidas en las calles, en las catacumbas y en las habitaciones. ¿Quién ha dicho que no podáis ser parte de todo esto? Sin camerino también se inventa. Sin cánones también se crea. De hecho, sin cánones es como se imagina. Esperamos de todos modos que lo que sigue os haga sentir que vivís en un universo un poco más amplio.

jueves, 11 de octubre de 2007

En el comienzo de los comienzos...


Después de varios días (y alguna que otra semana) devanándome los sesos para dar con una frase de menos de siete palabras y sin oraciones subordinadas que bastara para evocar la extensión, el significado y la posible evolución venidera de la cultura subterránea, sólo se me ocurrió aquello del universo en expansión (alguien lo habrá pensado antes, ni que decir tiene). Es una imagen bastante fiel, pero literariamente no queda bonita; ante semejante constatación, lo único que puedo afirmar es que seguiremos trabajando para despejar el camino hacia mejores metáforas.

Lo que sí estamos en disposición de proclamar con cierta rotundidad es que lo visto hasta ahora es sólo el comienzo de los comienzos, la punta del iceberg de una singladura contracultural que construiremos entre todos y que sacará a la luz a una multitud que está trabajando en la recomposición creativa, humorística y desprejuiciada de esta realidad que nos cayó encima como si fuera inmutable y que nosotros vamos a revelar como modificable.

Como punto de partida (y de no retorno) hemos fijado unas jornadas, acaecidas el 5 de octubre, donde por lo pronto se acabó propugnando que los creadores sin recursos ni contactos (es decir, casi todos nosotros) tomaran/tomáramos las calles para exhibir su/nuestra obra.

Con anterioridad a tal sucedido, Rafa Iglesias, Patricia Davis, Enrique Valverde y José Luis Tirado, todos ellos correosos y audaces apóstoles de la cultura no mediatizada por los medios mediáticos, coincidieron en referir sus experiencias al margen de lo promovido desde altas esferas (los tres primeros en una mesa redonda, el último en una presentación propia con proyección de algunos de sus vídeos). No voy a ser yo quien intente el relato de los densos periplos vitales de estos creadores, pues es probable que no atinase; si ellos quieren, les cedemos el blog para que un día nos lo cuenten. De cualquier modo, no creo que sea un sinsentido afirmar que a nuestros invitados y cooperadores les unían como mínimo tres factores de capital importancia en una teoría de la cultura subterránea, que podrían definirse como:

1. La voluntad de abrir el universo cultural a todo el que quiera vivirlo.
2. La renuencia a diluir o minimizar la originalidad y/o el contenido crítico de sus discursos y prácticas artísticas.
3. La disposición a resistir berroqueñamente ante cualesquiera adversidades y mantenerse en la brecha sean cuales fueren los medios disponibles.

No es arriesgado barruntar que cada uno de los que allí estuvieron habrá sacado una conclusión particular y personalizada de lo acontecido en aquel intercambio de experiencias y situaciones infrecuentes vividas en tiempos y lugares de inusual disparidad. Quizá la mejor estrategia para entender esa tarde consistiera en concebir aquellas horas como un ejercicio para entender la necesidad de situarse en el lugar de alguien cuya experiencia de vida no es exactamente igual a la nuestra. ¿Cómo se ve el mundo desde la perspectiva de alguien que se pasa media vida luchando porque su calmante vegetal favorito sea examinado según parámetros racionales y sin que intervengan la histeria y las consignas, todo ello después de haber sido fraile antes que cocinero al haberse tenido que buscar la vida en un mercado laboral hostil después de colgar la sotana? ¿Cuál es el color de la existencia cuando se percibe después de haber pasado años intentando sacar de cada uno el actor y/o el humorista que lleva dentro y que se queda dentro por esconderse de una cultura que expulsa la expresión artística de la vida cotidiana y la considera propia de patéticos bufones carentes de sentido del ridículo? ¿Cómo se despierta uno tras haberse pasado el día anterior examinando el potencial del Camarón de la Isla como icono de la revolución social, o editando lo ideado por otros sabiendo que la ganancia que recibirá será en exclusiva la proveniente de la tranquilidad de espíritu que sólo puede dar la coherencia con los propios ideales, o recibiendo serias amenazas por haberse atrevido a plantear respetuosamente que a lo mejor Jesucristo, de haber conocido el látex, no coincidiría con Karol Wojtyla en su opinión sobre el mismo)? ¿Dirías lo mismo, pensarías lo mismo, sentirías lo mismo, si hubieras aterrizado en una playa donde los generadores de energía eólica se pueden quedar hasta que cambiemos de era geológica mientras que las personas que a duras penas llegan allí sin otro ánimo que el de ganarse el pan con el sudor de su frente son implacablemente repelidas en dirección al lugar de donde huyeron, y eso si tienen la suerte que la playa de la que hablábamos al principio no los espere como cadáveres ante la pasividad de quienes podrían hacer algo y deciden no hacer más que ganar dinero? El mundo no es una jungla, pero la élite sí es un zoológico, pudo haber dicho José Luis Tirado durante la cumbre de la Unión Europea celebrada en Sevilla en 2002, antes de sugerir a los viandantes que no arrojasen cacahuetes a los agorafóbicos dirigentes enjaulados por voluntad propia en el hotel Alfonso XIII.

Si es posible y el autor da su permiso, próximamente publicaremos en este blog el vigoroso manifiesto escrito para la ocasión por Rafa Iglesias, quien allí mismo lo leyó ataviado con ropajes de clerecía (ya sé que el hecho de que acudiera a nuestras jornadas protegido de la desnudez con telas normalmente asociadas a la condición de sacerdote puede para muchos quedarse en la mera anécdota, pero no para mí, pues la reivindicación del uso ciudadano de tales tejidos no deja de tener su potencia metafórica). No es éste el lugar de ejercer de analista, exégeta o sesudo comentarista de lo redactado por Rafa Iglesias, pues él se explica lo suficientemente bien como para no necesitar intermediarios. Sólo diré que da mucho que pensar, lo cual es en mi modesta opinión lo mejor que se puede decir sobre cualquier escrito.

Previamente, Paco Cerrejón había acometido un desafío comparable a los trabajos de Hércules (o a las doce pruebas de Astérix, ya que estamos en ello) comprimiendo la historia del cómic en apenas dos horas de exposición (incluyendo anécdotas, desviaciones de la historiografía establecida, ruegos, preguntas, cómic norteamericano, francés, peninsular, argentino, tradicional, contemporáneo, infantil y filosófico, y teniendo tiempo aún para examinar las prácticas de gestión cultural más frecuentes cuando se trata de organizar eventos relacionados con este universo creativo). A lo largo de su documentada presentación quedó de manifiesto que el cómic es una forma contracultural asaz curiosa; no todo el cómic forma parte de la contracultura, no en todas partes forma el cómic parte de la contracultura, no todos creen que el cómic forme parte de la contracultura, y sin embargo la contracultura quedaría severamente mutilada si de ella se sustrajera el cómic. Tendríamos que entrar en prolijos análisis sociológicos para explicar las razones de esta situación, aparentemente paradójica pero en el fondo coherente; en todo caso, podemos apuntar que la contracultura se nutre del absurdo e intenta por todos los medios que la arbitrariedad se vuelva contra quien la perpetra, y así el cómic, despreciado como vehículo de cultura por gentes empecinadas en augurar que nunca llegaría a las alturas de la literatura y el cine, dio lugar a obras en cuyo proceso creativo se disfrutó de una libertad raras veces sentida por quienes se dedican a las novelas o a los largometrajes. ¿Qué otra cosa podemos decir tras asimilar la estrambótica historia del cómic español, convertido en portavoz de un discurso abiertamente crítico con la organización social franquista a pesar de que las historietas que reflejaban ese discurso tenían que dirigirse a un público infantil por imperativo legal? Así es; el gobierno fascista había promulgado órdenes en las que se dejaba claro en papel del Estado que en la España nacional el cómic había de ser siempre para niños. Como pasa tantas veces cuando alguien se enfrenta a la contracultura, no les sirvió de nada; en cuanto murió el dictador y asesino (todavía hay quien cree que estas dos palabras no significan lo mismo), el cómic, esa forma de comunicación para críos que no entienden de política, se vio representado en España por revistas como El Víbora y El Papus, cuyo descarnado afán transgresor guarda una extraña relación con aquel decreto que por narices circunscribía la historieta al universo de los chavales de primaria con pantalón corto.

Pues eso fue una parte de lo que dio de sí el día. Vienen muchas más experiencias en camino.


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